Saturday, December 30, 2006

EN VENEZUELA NI SIQUIERA HAY UN DEBATE DECENTE. MARISOL PRADAS ME ENTREVISTA


Escritor José Carlos De Nóbrega
En Venezuela ni siquiera hay un debate decente. Marisol Pradas/Foto: Jorge Cera.


Todas las culturas que se precien de ello, reverencian el rol de la palabra como generadora y recreadora del mundo. En tanto simiente o cáscara; alabanza o blasfemia; conjunto salvífico o maldición impenitente... La palabra de Dios "Yo Soy El Que Soy", se le revela a Moisés transmutada en una zarza ardiente que engullía todo el desierto... Una de nuestras grandes fallas, no es más que contrariar el temor a Dios siendo negligentes con el don de la palabra; la historia ha reconvenido a la humanidad la ociosidad de la boca, pero aún persistimos en tan irresponsable actitud.
Lo anterior expuesto es parte del ensayo "Tanmatra, un laberinto revisado" (sobre el poemario de Reynaldo Pérez Só) que escribió nuestro entrevistado en el Nro. 127 (2000) de la Revista Poesía del departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo. Fue escogido como inicio del presente Confabulario a modo de presentación de este inquieto y joven escritor carabobeño. Su verbo es directo, sin engaños. Con erudiciones; inteligencia y olfato depurador.
José Carlos De Nóbrega, graduado de Licenciado en Educación en la UC en el año 2002, realizó su tesis sobre la revista Poesía. Actualmente cursa el postgrado de literatura latinoamericana en la UPEL, donde se encuentra investigando, en fase de proyecto, al poeta brasileño, Ledo Ivo. Ha publicado dos libros, ambos en el año 1996, Sucre una lectura posible y Textos de la Prisa. En imprenta tiene el libro Derivando a Valencia a la deriva, que le editará el Ministerio de la Cultura, compilación de ensayos de escritores y artistas valencianos. Mantiene inédito Salmos Compulsivos por la Ciudad. Está concluyendo una antología de poetas vinculados a la revista Poesía que también será publicado por el Ministerio de la Cultura y preparando para salir a la luz pública su libro de cuentos El Dragón Lusitano y otros relatos. Dirigió La Tuna de Oro, publicación de los estudiantes de Educación de la UC y mantiene en red el blog http://salmoscompulsivos.blogspot.com. Es profesor de la Unidad Educativa "Batalla de Santa Inés".
-¿Cómo sientes el trabajo intelectual en estos momentos en Venezuela?
-Por lo menos el Estado está haciendo un esfuerzo por publicar a los autores de diversas regiones porque por lo general todo se centralizaba en Caracas y estaba el problema de las pandillas y la gente allegada a ese entorno. Está haciendo un esfuerzo a través de Monte µvila Editores y la editorial El Perro y la Rana. De Carabobo han publicado libros de Pedro Téllez, Slavko Zupcic y María Narea. Se ha hecho más fácil publicar; ha habido más amplitud.
-¿Y a nivel de debate?
-A pesar de todo el debate ha sido mediatizado por la política partidista, lamentablemente. Entonces nos vamos a los extremos. A nivel politico aquí no hay una discusión profunda sobre lo que significa el discurso de poder en Venezuela. Nos quedamos en la epidermis y no se analizan todas sus implicaciones. ¿Hasta qué punto nos ha perjudicado? ¿Qué perspectivas hay? Es que ni siquiera hay un debate decente; todo se refiere a lo inmediato, y los intereses de cada grupo en particular.
-¿Se pueden conjugar esas dos formas de ver el poder?
-El poder mediatiza, el poder es una alcabala; todo lo que se salga afuera es un discurso marginal, o es un discurso apóstata. Entonces no solamente nos quedamos en lo banal sino que yo creo que hace falta más irreverencia. El artista es irreverente. El problema es el juego de las apariencias o protegerse ciertas posiciones de poder o ciertas posiciones de privilegio que haga que muchos artistas pasen el tema por debajo de la mesa. Hay un artista plástico italiano, Maurizio Cattelan, que decía que el poder había que reproducirlo hasta el infinito; recuperarlo, abordarlo para que se evidencien todos los hilos y todas las tramas del discurso del poder. Tiene dos trabajos muy interesantes La Hora Nona (donde un meteorito aplasta al Papa Juan Pablo II) y otro donde aparece Adolf Hitler orando.
-¿Miedo entre los artistas e intelectuales?
-Conformismo. Estar satisfecho con la posición escalada. Eso es lamentable. Por ejemplo en el caso de la crítica literaria hay pocas voces como las de Víctor Bravo, quizás uno de los mejores críticos literarios del país. Porque vamos a los extremos: O el crítico descarga todo su odio hacia una obra o, de repente, digamos, cae, en un discurso que alaba a los amigos o alaba a los entornos. Eso le ha hecho mucho daño a la literatura en Venezuela y a nivel de la crítica de las artes plástica. Que todo este condicionado por el entorno o el grupo de amigos. No es malo celebrar las obras de los amigos pero otra cosa es hacer rendirle pleitesía a un grupo de intereses que mezclan el arte con la política o el arte con el partidismo, que es lo malo.
-¿Cuál debe ser la actitud de un escritor?
-Como decía Caneti, el escritor tiene que ser vasallo de su tiempo histórico. No puede estar aislado. No puede sublimar el tiempo que le toca vivir. Si bien resume el espíritu de su tiempo luego también debe ser el crítico más implacable de su tiempo. Paralelamente se estable que no es una perdida de tiempo reeditar las metamorfosis registradas en el arte. Leer los clásicos no es absurdo. Los autores clásicos son nuestros contemporáneos y ellos también han hecho una crítica bastante profunda del poder. La óptica tiene que ser cínica y a la vez compasiva. Y uno tiene que estar envuelto de ese discurso del poder para poder visualizar los hilos. Porque el poder se presenta y utiliza muchos códigos que son aparentemente invisibles. La labor del escritor es hacerlos visibles. Hacerles ver a la gente que, sin embargo, el Rey continúa desnudo.
-¿Cómo es tu labor creativa? Trabajas mucho con la memoria y el cinismo...
-Este año 2006 me puse a escribir cuentos. La mayoría de los personajes son reales... son mis amigos y entonces allí empiezo a hacer una recreación particular del mundo. ¿Que está cargado de cinismo? Sí. Porque yo aspiro a ser un critico del discurso del poder. ¿Que es celebratorio? Sí. Uno también celebra incluso hasta los odios.
Muchos de los amigos que han leído los cuentos en el blog me dijeron que mis cuentos parecen un proyecto novelístico mas que cuentístico. Yo no le había prestado atención a ello pero parece que si, es un proyecto novelístico, con mis amigos de protagonistas. Yo no lo había pensado y es por ello que estructuré el libro El Dragón Lusitano y otros relatos...
Reconoció tener una infancia feliz a pesar del asesinato de su padre cuando tenía 7 años en Caracas. A esa edad perdió también a sus dos abuelos maternos de forma repentina. Su madre, una mujer luchadora, empujó la familia adelante. A pesar de su fuerza, y tener que tomar las riendas del hogar y convertirse en padre además de madre, su amor lo entregó en forma de disciplina y una elevada formación moral hacia sus tres hijos.
-¿Cómo has sobrevivido en una sociedad moralmente dual con esa formación materna?
-Siendo cínico. Disfrutándolo hasta donde sea posible. Slavko Zupcic me dijo que era una gracia vivir en un mundo así porque era un universo excelente para escribir acerca de él. Un mundo donde se premia la mediocridad y la mayoría se inclina ante el poder, y, de paso, esas cuotas de poder están administradas por una burocracia ya calificada como estúpida e indolente. Ese es el mejor pretexto para escribir y vacilarse el mundo.
-¿Qué podemos recomendar a nuestros lectores que lean?
-Que lean a Maquiavelo. Lo que pasa es que la gente lo ve como un terrible, pero Maquiavelo es un gran humanista. Fue de los primeros en el Renacimiento que develaron toda esa gran tramoya que es el poder, pero estando dentro de él. Criticar la posición de los hombres sin haber sido sometido a lo que ellos pasaron es fácil y por eso hay tanta ligereza en nuestro tiempo cuando hablan con él.
A José Carlos le gusta dar clase a los adolescentes. Sabe que la lectura es marginal, pertenece a unos pocos que se interesan por ella y los tiempos de los adultos en nada se comunican con el de los jóvenes. No existe recetario para ellos. Lo único posible es entregarles libertades que les permitan descubrir el placer de la lectura. Nada más simple y complejo a la vez.

Sunday, December 10, 2006

DOS AFORISMOS DE MIJAIL BAJTIN SOBRE LA PALABRA EN LA NOVELA


DOS AFORISMOS DE MIJAIL BAJTIN SOBRE LA PALABRA EN LA NOVELA (CON SU RESPECTIVO COMENTARIO).

1.- La novela es la diversidad social, organizada artísticamente, del lenguaje; y a veces, de lenguas y voces individuales. Abordar el discurso novelístico va más allá de la mera disección positivista, no se limita tampoco a una indagación de corte estructuralista que se centra tan sólo en la forma y el estilo. El lenguaje presenta diversas manifestaciones, múltiples registros de la lengua provenientes de lo heterogénea y caótica que es la sociedad en un determinado momento histórico. El novelista no ha de usurpar con una voz unívoca y didáctica el concierto de voces de la sociedad que le embarga, sin importar escuelas ni tendencias literarias e ideológicas que pretendan la uniformidad salvadora (a la manera del Realismo Socialista, por ejemplo). Se trata de exorcisar a la inversa la legión de voces que se refractan dentro del endemoniado: a éste hay que enseñarle a convivir y auscultar con sumo placer los gritos y susurros que le dignifican en la disonancia. En otras palabras, el escritor exhibe o muestra a los personajes actuando libremente en el entorno, esto es minimizando la mediación del autor, ocultando en la abigarrada figura de la alfombra sus intenciones adheridas a su propia visión del mundo. El imperativo en el arte novelístico es propiciar el diálogo y la confrontación entre posiciones vitales diversas: como nos lo dice José Luis Arria, “Ser dialógico significa otorgarle libertad al otro”. El salto al vacío constituye el vasallaje del novelista respecto al siglo que le ha tocado vivir y padecer. Esclavitud necesaria para sintetizar y fustigar el espíritu de su tiempo histórico, tal como lo manifiesta Elías Canetti en tanto profesión de fe. En La Virgen de los Sicarios del novelista colombiano Fernando Vallejo, el narrador de primera persona mezcla su lengua de gramático finisecular con la del vulgo de Medellín, específicamente el calé de los sicarios y gamines, en un beso de aguardiente y mortandad: “Como cuando un muchacho de allí dice: ‘Ese tombo está enamorado de mí’. Un ‘tombo’ es un policía, ¿pero ‘enamorado’? ¿Es que es marica? No, es que lo quiere matar” (páginas 55-56). La voz narrativa simula la de un cronista exiliado y desconsolado que no halla cabida en esa colmena ebria de cocaína y violencia. El discurso académico se despeña en un texto reaccionario que pareciera una enésima visita a las jarchas y moaxajas que vinculan impunemente lo culto y lo popular.
2.- El plurilingüismo introducido en la novela (sean cuales sean las formas de introducción), es el discurso ajeno en lengua ajena y sirve de expresión refractada de las intenciones del autor. Del juego de los espejos se desprende un sinnúmero de ecuaciones expresivas posibles que propenden a la dialogización. La bivocalidad del discurso novelístico supone la yuxtaposición de las voces y las intenciones tanto del héroe hablante como las que refracta el autor. Al igual que en la lengua, es inmanente su dinamismo y dialéctica de un cariz seductor. El plurilingüismo no puede atisbarse en la cresta de la ola, sino en las corrientes internas, los flujos y reflujos que la empujan contra la costa. No se trata de un debate simplista entre ambas instancias a los fines que venza y prevalezca una sobre la otra. Tal es el error de un relato realista que resbala entre lo arquetipal y lo pedagógico, por lo que se rompe un enriquecedor diálogo con el narratario y el lector. Si el lenguaje del autor amputa irresponsablemente el plurilingüismo, como lo hiciera el padre Sergio con su mano proclive a los senos generosos de la libidinosa y noble mujer, el discurso novelístico se limitaría a una larga e inútil cita al pie de página de la anécdota que nos pretende contar. Retomando la novela La Virgen de los Sicarios, tenemos un tono irónico e hiperbólico que recrea cruelmente una apocalíptica ciudad de Medellín, vestida de gala cuando los fuegos artificiales anuncian el tráfico exitoso de la merca a los Estados Unidos. No sorprende ni conmueve el desfile de la muerte patente en cientos de muñecos agujereados en sus calles y comunas, pero sí como rutina cotidiana y, peor aún, su bizarra motivación. La crítica social refracta –no hay parodia ni simulación- un discurso propio de la ultraderecha, sin misericordia ni medias tintas: “Españoles cerriles, indios ladinos, negros agoreros: júntelos en el crisol de la cópula a ver qué explosión no le producen con todo y la bendición del papa. Sale una gentuza tramposa, ventajosa, perezosa, envidiosa, mentirosa, asquerosa, traicionera y ladrona, asesina y pirómana” (p. 90). Retórica en el confortable código del escándalo, muy a pesar que el protagonista ame a dos de sus hijos y efebos con fervor y ternura: Alexis y Wilmar, sicarios que ejecutaron los papeles contrapuestos de Caín y Abel en el carnaval de sangre imperante en Medellín. El Holocausto, al igual que el diálogo novelístico, se hace interminable en la ausencia del conservadurismo exacerbado y lo políticamente correcto.
Valencia de San Desiderio, julio de 2006.

OTROS DOS AFORISMOS DE MIJAIL BAJTIN SOBRE EL CRONOTOPO


OTROS DOS AFORISMOS DE MIJAIL BAJTIN SOBRE EL CRONOTOPO
(CON SU RESPECTIVO COMENTARIO).

1.- Vamos a llamar cronotopo (lo que en traducción literal significa “tiempo-espacio”) a la conexión esencial de relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura. La categoría cronotopo es una herramienta valiosa y, si se quiere, indispensable en la comprensión y el análisis del discurso novelístico. No constituye un compartimiento que estanca y estigmatiza a la novela, dejándola a merced de críticos académicos atrapados en el laberinto de paradigmas tibios e inútiles. Tampoco justifica el absurdo y disparatado entramado de equívocas taxonomías que simplifican el caótico y maravilloso universo que edifica el texto novelístico. Por el contrario, el cronotopo representa el principal indicio que nos conduce a la tipología de todo texto narrativo. Como bien lo dice Tzvetan Todorov, los géneros provienen de la transformación y la superación de géneros anteriores por vía de la transgresión; además, “Como cualquier institución, los géneros evidencian los rasgos constitutivos de la sociedad a la que pertenecen” (El Origen de los Géneros). Las novelas de Louis-Ferdinand Céline apuntan a una visión desamparada y fragmentada de la vida, enclavada en la caída y el desarraigo del hombre occidental del período de entreguerras del siglo XX. En el caso de La Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo, tenemos un remedo –desafortunado o no- de la novela griega antigua de aventuras: si bien la trama tiene un tiempo y espacio específicos, la ciudad de Medellín en la década narcótica del 90, la relación amorosa del protagonista con los sicarios Alexis y Wilmar no se enriquece ni cambia significativamente en el giro de las acciones violentas que embuchan al lector durante ciento veinte páginas. Pareciera más bien una postal macabra, fatalista y desesperanzadora de Colombia, producto de una visión del exilio cargada de una intención reaccionaria, conservadora y exhibicionista por parte del autor que, además, mediatiza la voz narrativa con descaro e impunidad. El cronotopo es una categoría dinámica que problematiza el tiempo y el espacio histórico real, obsequiando –por fortuna- una imagen descarnada del hombre en el discurso multidimensional de la novela. Por supuesto, inmerso en la dialogización como abstruso tapiz persa en el cual sacudimos las esquirlas de nuestros pies de barro. Es la relación dialéctica entre la ficción y la realidad.
2.- El novelista tiene necesidad de alguna máscara esencial formal, de género, que defina tanto su posición para observar la vida, como su posición para hacer pública esa vida. Se refiere, sin duda, al cronotopo de la plaza pública, de la carpa que alberga el mundo circense y de la puesta en escena teatral. La mascarada de pícaros, bufones y tontos echa a andar un discurso contra el poder y sus convencionalismos que restringen las libertades. Estos personajes poseen un origen y un espíritu de corte popular: La vocinglería desatada por este trío mueve a la risa de las galerías, pues supone una ruptura desmitificadora de la cotidianidad circunscrita al imperativo de la ideología, bien sea la que proviene de los púlpitos o de las cortes absolutistas (monárquicas o republicanas, como lo escribe Ambrose Bierce en el Diccionario del Diablo). Mijail Bajtin confirma su aforismo revelador: Tienen la particularidad, y el derecho, de ser ajenos a este mundo; no se solidarizan con ninguna de las situaciones de la vida de este mundo, no les conviene ninguna, porque ven el reverso de cada situación y su falsedad. En las artes plásticas, Javier Téllez realiza instalaciones en las que el manicomio, templo de la sin razón, denuncia la asepsia del museo como sepulcro blanqueado del arte y –mejor aún- depósito de mercancías culturales que envilece la relación con el espectador. En el Diario del Enano (1995) de Eduardo Liendo, el discurso novelístico nos propone la yuxtaposición de diversos planos del tiempo y el espacio (de la España retratada por Goya al Miranda cautivo en La Guaira como antesala de La Carraca) para enhebrar un alegato contra el poder, ello en la voz cantante y grotesca del enano cronista: “Es el precio de todo verdadero poder: ser el enterrador de sí mismo”. Por otra parte, el relato (¿noveleta?) El Cerco de Bogotá (2003) del colombiano Santiago Gamboa evidencia la ridiculización del discurso mezquino del poder que impregna la situación límite, colindante con la comedia carnavalesca, en la cual los personajes se encuentran fuera de lugar en medio de la balacera y el estallido de los obuses en una Bogotá escindida por la guerrilla, los paracos y el ejército. La discoteca subterránea, apodada La Catedral de la Carne, constituye uno de los tablados en los que se desarrolla un Auto Sacramental que cuestiona mordazmente los mecanismos del poder en todas sus instancias y desencuentros: “La gente parece tener la obligación, un poco agresiva, de divertirse. Algunas de las mujeres podrían ser prostitutas”. Notas garrapateadas en el absurdo que paradójicamente gorjean una conmovedora humanidad.

Wednesday, November 29, 2006

LA RISA Y LA CARNAVALIZACIÓN COMO NÉMESIS DISCURSIVA DEL PODER EN EL DIARIO DEL ENANO DE EDUARDO LIENDO



LA RISA Y LA CARNAVALIZACIÓN COMO NÉMESIS DISCURSIVA DEL PODER EN LA NOVELA DIARIO DEL ENANO DE EDUARDO LIENDO. José Carlos De Nóbrega.

Tenía que correr todas las rutas, superar todos los precipicios, en fin lograr vencer todos los obstáculos para poder llegar al centro de la Tierra. Una vez allí poder apreciar los talleres donde se teje desde los átomos que componen las nebulosas hasta la materia más sutil de que se componen nuestras vistas. A. S. M., paciente del Psiquiátrico de Bárbula, en Luz, Cenizas y Espuma, relato publicado en la revista “Nanacinder” nº 24, órgano de la Colonia Psiquiátrica de Bárbula.

El epígrafe anterior se refiere a un relato de un paciente psiquiátrico que se atrevió a recrear el discurso de su enfermedad. Sólo que, obviando la catarsis terapeútica del autor, su publicación significó el cierre definitivo de la revista que abrigó sus líneas, pues las autoridades sanitarias juzgaron inconveniente que un loco describiera libremente su patología sin la mediación del médico y el celador. El discurso del pícaro, el bufón, el tonto y –por extensión- el loco, como bien lo advirtiera Mijail Bajtin, supone una cortante y drástica ruptura con el discurso y los mecanismos del poder. La cualidad del habla de la sin razón descansa en sus giros a contracorriente que reconvienen con sorna la verticalidad y la chatura con que el poder sojuzga y manipula a la sociedad. Sugerimos, a tal respecto, el dossier sobre la revista “Nanacinder” que compuso y divulgó el ensayista Pedro Téllez en La Tuna de Oro, número 39, Valencia, Enero-Marzo de 2002, páginas 9-15. Por otra parte, el artista plástico Javier Téllez nos invita a un alocado ágape en la instalación La Extracción de la Piedra de la Locura (1996-97): El carnaval involucra al artista, a los espectadores y a los pacientes (fijados éstos en la textura sepia de viejas fotografías), turba que pasea el ánimo festivo por las instalaciones de un Pabellón del Psiquiátrico de Bárbula simulado en la blancura del museo. La propuesta plástica no sólo constituye una lectura atenta a Michel Foucault, Antonin Artaud y la antipsiquiatría, sino también a la teoría de Mijail Bajtin sobre la risa y la carnavalización. En un ensayo sobre la obra de Javier Téllez decíamos: “Por tal razón, para acceder al museo de arte psicopatológico, el espectador es doblegado, casi llega a postrarse, debe bajar la cabeza. Además, el público es conmovido por el dramatismo de objetos como una cuna en la cual yace un rollo retorcido de alambre de púas, ello en la atmósfera dominguera y carnavalesca de la decoración o puesta en escena: las piñatas –abiertas las entrañas-, el papelillo y los restos del festejo esparcidos en la sala. Mientras comemos torta y algodón de azúcar, pasado el tarugo con cerveza y refresco, y hacemos un inventario de lo que nos escupió la piñata, sobre algunas de las camas los monitores repiten ad infinitum las muecas de nuestros anfitriones, los pacientes, escurriendo el “Ave María” en una versión cuasi gutural”. En la Colonia Psiquiátrica de Bárbula, remedando las Saturnales romanas, los pacientes y los médicos intercambiaban sus respectivos roles bajo la mascarada del Carnaval en tanto jolgorio de liberación que trastoca la rigidez del orden y los convencionalismos.
Partiendo de un análisis, para entonces inédita tal perspectiva, de la novela Gargantúa y Pantagruel de Rabelais, Bajtin desarrolla su tesis sobre la importancia de la risa y la carnavalización en la configuración de la novelística moderna. Paralelo a la liturgia y a las festividades religiosas en tanto manifestación del orden católico y feudal, se fue filtrando el Carnaval como su contraparte, drenaje y evasión de la verticalidad monolítica impuesta por el clero y la nobleza al pueblo integrado por el campesinado, los artesanos y los siervos. Es el cronotopo de la plaza pública, en la que el pícaro, el bufón y el tonto vociferan y escenifican su incomprensión y disconformidad respecto a la camisa de fuerza con la que las clases dominantes cosifican y aprietan a la sociedad, imposibilitando la disidencia y la libertad de acción. Es el pullover o suéter que entorpece los brazos y la cabeza del usuario, provocando su caída de diez pisos tal como lo escribe Cortázar con la boca llena de pelusa ensalivada. Por tal razón, Bajtin alega una de las salidas que excede la mera catarsis: “El mundo infinito de las formas y manifestaciones de la risa se oponía a la cultura oficial, al tono serio, religioso y feudal de la época. Dentro de su diversidad, estas formas y manifestaciones -las fiestas públicas carnavalescas, los ritos y cultos cómicos, los bufones y "bobos", gigantes, enanos y monstruos, payasos de diversos estilos y categorías, la literatura paródica, vasta y multiforme, etc.-, poseen una unidad de estilo y constituyen partes y zonas únicas e indivisibles de la cultura cómica popular, principalmente de la cultura carnavalesca” (La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais). La nave de los locos inicia su marcha indetenible en el océano de la estulticia popular y dionisíaca que aún escandaliza a los aparatos ideológicos del estado, atentos y afanosos en un espíritu castrador. La voz que clama en el desierto se une al bullicio de la gente que danza ebria y concupiscente, sin reparar en las ratas ni en la peste, mucho menos en voces agoreras y apocalípticas que anuncian el fin del milenio, aparejados los tribunales y la guillotina.
Nos ocupa la consideración y lectura atentas de la novela Diario del Enano (1995) del escritor venezolano Eduardo Liendo, puesto que apela a la risa y a la carnavalización como némesis discursiva del poder, materializado en la personalidad multifacética de José Niebla. El Circo queda fijado en el subconsciente y en la vigilia entenebrecida de los personajes: “Huyó, huyó, huyó lejos; aunque seguramente se llevó grabada la visión del circo, la metáfora del mundo-espectáculo: ilusión y recuerdo de un sueño medio festivo y medio trágico, como aquel cadáver de acróbata destrozado en el piso. Como el olor a la mierda del hipopótamo, que se perpetuaría en su nariz muy a pesar del auxilio de los más exquisitos perfumes del mundo”. Lo cual entronca con la expresión, cuasi onomatopéyica, del despecho mirandino -¡le merde!-, amén del bochinche que sacraliza al héroe pero denuncia los guisos putrefactos de la administración pública de la colonia y las repúblicas. Además, hallamos el plurilingüismo como vehículo que estructura y da atmósfera irónica al texto narrativo como tal. Su transparente prosa no es desdicha por el motivo de la mascarada: Se yuxtaponen salvajes y contradictorias voces que lindan con la Otredad y –en especial- con la Alteridad. El personaje principal asume diversas personalidades que se desparraman en un notable intervalo temporal y espacial: Desde la sucia y maloliente carpa de un circo; pasando por la España deconstruida en los Caprichos de Goya; el fracaso eréctil de Casanova en un burdel veneciano; el rostro severo, desilusionado y rabioso de Miranda en la Guaira atado a un catre de paja; las carambolas a tres bandas en un París que albergó a Van Gogh y a Gauguin; para embocar en un retablo absolutista y totalitario llamado Tacalma que saltó de la pieza teatral de Demetrio Dumas a la realidad ficcional. A esta perspectiva múltiple, por vía de la reencarnación y la alteridad, se le suma la fragmentaria escritura del diario del enano Matatías que empalma con la crónica cortesana y el comentario al pie de página. Prevalece entonces lo intertextual y lo transgenérico de manera natural, pues es coherente en la discontinuidad y el caos vivificante del discurso literario.
En el capítulo XVI de la novela, se esconde la mano asesina de los conjurados contra el dictador tenebroso en la comparsa del Carnaval: “Los sucesos, que desbordan toda imaginación, han ocurrido durante la celebración del Carnaval, única festividad que conservan los tacalmenses además del aniversario de la toma de la Alcaldía (...) Muchos sucumbieron bajo el puñal de faquires, adivinadores, payasos, sansones, brujas, ulises, minervas, hércules, cármenesmirandas y hasta un solitario y temible cíclope, lo que hace pensar que el propio Círculo Azul se encontraba infiltrado por agentes de alguna potencia extraña”. El subrayado es nuestro en la página 857 del Diario del Enano Matatías. Es innegable la parodia de la prensa a favor del régimen totalitario, enmascarado o no. Si bien José Niebla sobrevive al atentado, la escena parece sacada de las páginas amarillas y sepias de la fotonovela de José G. Cruz: Santo, el enmascarado de plata, en una alusión a punta de viñetas del atentado y martirio exitoso de Rigoberto López contra Tacho Somoza en un danzón tragicómico. El Carnaval va más allá de la estratagema escritural: escarnece los dogmas, los rituales alienantes, las pirámides jerárquicas y las colchas normativas pesadas y húmedas que deben soportar sobre sí los oprimidos. Procura de manera laboriosa, visceral e insomne el derrocamiento y la ridiculización de un orden bizarro. Unas cuantas páginas atrás, Liendo revierte el diálogo entre un Cristo que revisita este mundo y el Inquisidor sevillano, ambos provenientes de la febril imaginación de Ivan Karamazov:
“(...) En fin, estoy ansioso por escuchar tus sabias enseñanzas, ¿cuál fue tu secreto?
“-Ya que insistes te lo diré: ¡la máscara! querido diablo, la máscara. ¿Quién podría sospechar tanta ambición de poder en el más gris e insignificante de todos los actores?
“(...) -¿Qué pretendes decir, José Niebla?
“-No hubo ninguna estratagema en tu conspiración contra alguien tan todopoderoso. Por lo menos debiste intentar dar el golpe celestial un domingo, su cantado día de descanso, quizás lo hubieras sorprendido en pantuflas”.
José Niebla atisba a un macho cabrío que se disfraza de un viejo turista cualquiera, ataviado de jeans y una franela alusiva a la obra plástica del Bosco. Es la vulgarización del arte como mera mercancía dotada y contaminada de valor de intercambio, fuere nominal, de mercado o estigmatizado por la especulación. La dialogicidad del discurso novelístico es patente en las múltiples fuentes en las cuales la quimera o el esperpento abrevan: la vinculación y el contraste de lo culto y lo popular. En este caso, el comic latinoamericano junto a la literatura de ultraderecha y fascista contentiva en Los Protocolos de los Sabios de Sión (plagio del Diálogo entre Maquiavelo y Montesquieu en el Infierno del pensador francés Maurice Jolly) o en las tesis consolatorias de Norberto Ceresole. El lirismo del texto gana mucho al ceder terreno al cinismo, la blasfemia y la prevaricación. Julián Camacho, uno de los tantos nombres del protagonista, descubre que el estoicismo no era dique posible de su sensualidad, por el contrario, la masturbación frenética ante el retrato de la Virgen de la Piedad bastaba y sobraba para sublimar los instintos rayanos en el libertinaje y el sadismo: “(...) Julián inició una praxis onanista incontenible, sacrilegio éste que impregnaba todo el monasterio de un penetrante, intenso y provocador olor a semen sacando de su compostura onírica a más de un fraile y a no pocos novicios”. Sin embargo, el personaje se rinde a la ilusión estética del arte estampando en los lienzos un aguacero de sapos, cielos coagulados en rojo y vulvas simuladas en la concavidad de flores ardientes. Sólo que el fracaso del pintor y el espectador ante el genio de Goya y el Bosco prefiguraría la inclinación al tenor megalómano y envilecedor de José Niebla, el Gran Carroña, el Único y Preclaro reflejo del espejo inventado por Leobardo de Bachaquero amén de la adulante babaza despedida por los felicitadores. La puerilidad del mal, Arendt dixit, es sostenida por la letanía en que se convierte el lenguaje de una Tacalma hecha trizas por la abulia bovina de la sumisión:
“(...) Con el tiempo no quedó ni un resquicio, ni una sola concha de mar, ni una seña de caminos que no tuviese grabado el mensaje del poder: Niebla-mágica, Niebla-milagrosa, Niebla-fulgurante, Niebla-diamantina, Niebla-faro, Niebla-gloriosa, Niebla-timón, Niebla-majestuosa, Niebla-destino, Niebla-faro, Niebla-océano, Niebla-fuego, Niebla-estrella, Niebla-heroica, Niebla-sol, Niebla-padre, Padre-José Niebla”. Las palabras le hablan al narratario en una lengua represiva y simplista, refiriendo armatostes y objetos diseñados para el culto a la personalidad del dictador que pretende acallar al gallo y al canto bullicioso de los amanecidos en bohemia, alcohol y orgía: el Gran Partido de la Revolución Nieblinista (P.R.N.), el telenieblisor, la Guardia Nieblinosa, el Balcón del Poder, el mototetus, el heliotíptero o heliotóptero. Tales categorías del léxico del poder se derivan de la parodia de textos como 1984 o Rebelión en la Granja de George Orwel, o La Naranja Mecánica de Anthony Burguess, en un acto de solidaridad con la postura crítica y si se quiere nihilista de ambos autores.
El discurso polifónico, carnavalesco y grotesco de la novela cuestiona el Poder por medio de rupturas en el plano temporal-espacial. La aparente simetría estructural de tres partes (Tiempos de Oruga, El Único y Si yo tuviera el Corazón) y veinte capítulos, se halla desmentida y desmontada por la multiplicidad de los puntos de vista narrativos y la disonancia de las voces que trascienden el tiempo y el espacio. A lo que debemos agregar su precariedad e inseguridad: “No hay pistas seguras que indiquen con claridad sus múltiples mutaciones y enmascaramientos”. No está reñida la propuesta con una visión anárquica del mundo: “Mientras el imperio exista, consumirá al pueblo. Una constitución saludable para el pueblo no es posible más que con una sola condición: la destrucción del imperio” (Bakunin en Estatismo y Anarquía). La constitución de una nueva república implica la reivindicación del carnaval y la festividad popular que invadan y destruyan la estática iconografía restrictiva de la corte. El cronotopo de la plaza pública, como antítesis del poder omnímodo, amalgamado con la parodia de los géneros instituidos por la literatura oficial y el prevaricador tenor del léxico soez integrado por insultos, blasfemias y punzantes esquirlas del pensamiento popular, corroerán las bases mismas de un modo de producción social, económico y cultural que tiene adosado la simiente de su extinción. La oruga, en su metamorfosis, troca en una crisálida del horror: “La rebelión había sido una fugaz emoción, en el periplo de su incesante metamorfosis hacia la niebla”. No podemos apartar de nuestra película eidética las escenas del film Vicios privados, Virtudes públicas del húngaro Miklós Jancsó: la algarabia anarquista del festejo desatado por los herederos de la corona, orinando y escupiendo los pétreos rostros de sus padres, fornicando sobre el escudo de armas familiar para emborracharse y quebrantar los fetiches del poder con sudor, semen y efluvios vaginales. La respuesta, pues, no se hizo esperar: borrar de la faz de la tierra a tal generación maldita de vástagos, los cuerpos desnudos cubiertos de balas y cuchilladas; los corceles en una maniática carrera al camposanto, arrastrando consigo los ataúdes labrados por la ignominia de sus padres.


Valencia de San Desiderio, 4 de agosto de 2006.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Bajtin, Mijail (1989). Teoría y Estética de la Novela. Madrid: Taurus.
Bajtin, Mijail (1974). La Cultura Popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. Barcelona, España: Barral Editores.
Bakunin, Mijail (1984). Estatismo y Anarquía. Barcelona, España: Orbis.
De Nóbrega, José Carlos (2005). Derivando a Valencia a la Deriva. Trabajo en proceso de publicación, Ministerio de la Cultura, Caracas.
Liendo, Eduardo (1995). Diario del Enano. Caracas: Monte Ávila.
Téllez, Javier (1997). La Extracción de la Piedra de la Locura (catálogo de la exposición). Caracas: Museo de Bellas Artes.
Téllez, Pedro (2002). Nanacinder (1954-1962). En La Tuna de Oro, nº 39, Valencia, enero-marzo 2002, páginas 9-15.

Monday, November 20, 2006

EL NUEVO PRINCIPADO DE LAS AMÉRICAS ESTÁ EN VALENCIA, LA DE SAN DESIDERIO


EL NUEVO PRINCIPADO DE LAS AMÉRICAS ESTÁ EN VALENCIA, LA DE SAN DESIDERIO

A Rafael Humberto Ramos Giugni, hijo.

Quienes escandalizan con el espanto de comunismos y socialismos, debieran apartar cita con el oftalmólogo. Miguel Ángel Campos en entrevista concedida a El Nacional, lunes 9-10-2006.

Hará cerca de veinte años que habíamos considerado la posibilidad de hallar el nuevo Principado de las Américas en Valencia de San Desiderio. Por supuesto, en la víspera de lo finisecular, ello se justificaba en la insurgencia del Príncipe que predicaría la ruptura de los paradigmas y valores impuestos a partir de la Guerra Fría: el liberalismo capitalista y el socialismo. No fue la Tercera Vía de Tony Blair (tal como muchos incautos pensarían recientemente), laborista de testosterona mucho más consevadora que la de Margaret Thatcher (en un video polémico, el ex – Wham George Michael demostró la afinidad electiva y obscenamente libidinosa entre el Premier británico y un estrábico mental George W. Bush). Casi se me enreda la cinta que registra el concierto de Rush, A Show of Hands, en medio de la canción Subdivisions: El trío canadiense atacando con su concepción progresiva del rock; la antitética batería precisa y salvaje de Neil Peart, el subyugante punteo del bajo de Geddy Lee y las descargas eléctricas y contingentes de Alex Lifeson en la guitarra. Por fortuna, el daño apenas es percibido por el oído humano. A falta de una presentación de la banda en el país, el Príncipe y yo nos encargábamos de la logística y el montaje del concierto en el campito de Guaparo: minicomponente Sharp, marihuana, rolling papers y botella de escocés tumbada a su padre y poeta de las Estancias, bajo la mirada calmada de Rambo, un doberman algo pasado de peso en tanto metáfora jadeante de la Venezuela Saudita. El príncipe, en el arrebato del red point, desarrollaba una muy vivaz y furiosa homilía sobre una de las canciones de Rush (Time Stand Steel), entrecortando y modulando la voz en la aspiración de la verde vulva de Mary Jane: Un mundo futuro gobernado por las computadoras que se ata el escándalo a una piedra de molino, cuando uno de sus desnudos esclavos se topa con una guitarra eléctrica, naif hallazgo arqueológico de una era pretérita. ¡Mira, maquinita marica, oye como suena!, admonición y grito libertario que atentan contra el sistema operativo de los amos electrónicos. La simulación de tocar la guitarra arqueando el cuerpo en espasmos repentinos, formaba parte de la liturgia y no de los accesos juveniles en pos de un no sé qué. Abominaba del Prozac en la vindicación de dos productos latinoamericanos de exportación: la marihuana y la cocaína. Al igual que los narcocorridos norteños, apostaba por una narcótica cruzada de resonancias veterotestamentarias que entumeciera a la juventud norteamericana para así roer los cimientos del Imperio. Así se adelantaba al caos que significó la implementación del tratado libre de comercio entre México y Estados Unidos en tiempos de Carlos Salinas de Gortari.

Umberto X/Y/Z., para entonces estudiante de derecho y surfista por vocación y sublimación poéticas, empezó su ministerio por los predios de la Plaza Montes de Oca, buscando hacer prosélitos en el norte de la ciudad. Incluso la estatua broncínea del cura fusilado por los nazis llegó a sostener un tabaco de marihuana o bazuco, como si fuese el sagrado candelabro que iluminara sus innumerables sermones, plenos de metáforas herméticas. Al llamado se habían sumado sus más importantes discípulos: Elio Dillon, Canito, Canuto, el policía Alberto (lector atolondrado y desprevenido de Dostoyevski, pues apenas había memorizado su resumen biográfico) y el gordo Dagoberto. Yo, tan sólo me limitaba al rol sociológico de la observación (eso pensaba, con mis pulmones full ganya ). Tiempo después, extendió su palabra a un Mañonguito partido en dos por un río podrido. Pensábamos entonces que se quebrantaba la confrontación de clases; la salvación individual trocaba en incluyente salvavidas que amalgamaba antípodas en colectiva función reivindicativa. Por ejemplo, siguiendo la escuela de los cínicos, ebrio y alebrestado por Mary, la de los ojos verdes, demostró a los clientes de la Cachapera Santo Niño de Atocha que más valía disfrutar el ahora cagándose en el materialismo: el de la boca, el del güiro, el del ardor genital y el del culo. Las cachapas volaban perforando los techos de zinc a la manera de una lluvia apocalíptica, la vida era una danza epiléptica y concupiscente sin diques mezquinos que la contuvieran. Ocurrencia del portento gastronómico y meteorológico, mientras este investigador dormía aturdido por el perico y el ron a las puertas de un rancho infernal, con el miedo a ser acuchillado por su dueño y arrojado al río oscuro y miserable en donde cagaba y meaba el barrio entero. Para mi seguridad, el Príncipe había apostado al Caimán fumando bazuco un poco más allá, con una treinta y ocho guindando del cinturón. Otra de las hazañas del Señor X/Y/Z, así le mentaban sus acólitos, era la de derribar paredes a patadas para zanjar disputas y controversias entre las diversas escuelas filosóficas que engendró y esparció por la mustia ciudad. Las artes marciales secretas las aprendió junto a Carlos Zerpa en la Pagoda Gnóstica-Lírica-Épica del Maestro Edgardo, ubicada a prudencial distancia de los territorios tomados por las FARC y los paracos en Colombia.

El manejo, dispensen, la guiatura del Príncipe respecto a sus discípulos se basaba en una acertada asignación de las responsabilidades a cada quien. Por ejemplo, Canito y Canuto se encargaban de los suministros de boca y nariz, alimenticios, etílicos y enervantes. Ello a través de todas las vías posibles: la mendicidad trapense, el robo o la sodomía. Recuerdo que ambos se habían jactado en mis narices de haber comerciado su carne a la lascivia del indostano dios Valooch, transfigurado en un vampiresco barman del Bar Constitución, de cuyo baño se decía que era el proveedor más seguro de enfermedades venéreas en el sur de la ciudad. Pocos minutos después, encontré al Príncipe junto a tres de sus coetáneos del Guaparo Country Club bailando al son de Wilfrido Vargas: Ay, ay, ay Wilfrido... Dame un tabaquito que me voy a morir. Agradecían con un merenguero salmo sacrosanto el sacrificio de ambos hermanos en aras de la configuración del esquizoide nirvana. La fidelidad de Canito perdería el piso, cuando nuestro egregio líder lo entregó a su padre y a la policía por treinta mil bolívares, simulando mediar en el ficticio secuestro del chico que casi excedía un año. Callé la traición en la borrachera y las descocadas alucinaciones de la amapola haciendo añicos conciencias y culpabilidades que se entrecortan entre sorbo y sorbo.
Tomando una avergonzada distancia, me he enterado que el Príncipe de las Américas rehusó de plano la amarga jícara del sacrificio. Al pie del versículo consagratorio de su posible santidad heroica, huyó empapado de gasolina cuando el Caimán, su panadería del alma, con una tea encendida –un yesquero Zippo para más señas- pretendía hacerse la justicia del macho cornudo. La negra Teresa se dejó montar por la labia escatológica y surfista de Umberto, con la promesa de una Nueva Jerusalem asentada en las playas de Malibú. El ministerio se habría vuelto pedazos en un común y corriente lío de faldas, quedando la decepción plantada en los corazones anarquistas, perdido el tranvía que se abriría paso en el ya trunco curso de la historia venezolana. Seguimos siendo víctimas de sus ciclos caprichosos y de la conformidad ante los eternos retornos.

LA CIUDAD NOVELADA O DE LA SUAVE LLUVIA DEL PIANO


LA CIUDAD NOVELADA O DE LA SUAVE LLUVIA DEL PIANO.
José Carlos De Nóbrega.

Hay una hora en que la ciudad comienza a cerrarse
y todos echan llave a las puertas
y el comercio baja las cortinas
y la ciudad se tuerce al ruido
de infinitos candados

Sergio Quitral.


“La Ciudad Novelada”, del poeta guanareño José Joaquín Burgos, es un tórrido territorio cruzado de punta a punta por garúas y lluvias que tercas persisten en un desvelo transparente. No es impenitente holgura, de nuestra parte, destacar lo bien enhebrada que es su poética prosa, ajena a la mezquindad de vacuos y risibles experimentos lingüísticos. Se pasea placentera y lúdica en la recreación intertextual de los clásicos –festiva, irónica, pero asertiva y respetuosa-. “Historias”, a tal respecto, constituye un magnífico introito anarquista y tabernario que desacomoda el comprimido soporte virtual: “¿No puede el doctor Luzardo irse por internet, o aparecérsele a Edmundo Dantés en su computadora, o llamarlo por teléfono, identificársele y ponerse ambos de acuerdo para verse donde Margarita, o para metérsele, como quien no quiere la cosa, a don Miguel de Unamuno en un capítulo de Niebla, o para tertuliar un rato con los tres mosqueteros y con Dartañán... ?” Más adelante la lectura insomne de los clásicos agarra por la calle del medio, tomando por asalto la ciudad asombrada en el enmascarado discurso novelístico: “Que le diga que es posible, porque esos personajes, llámense como se llamen, y sean quienes sean, de cualquier lengua, de cualquier lugar y de cualquier tiempo, están en todas partes... aquí mismo, con nosotros, en la calle, en las casas, en los sueños, en las pesadillas, metidos entre la gente ... ¿qué de raro tiene que un día se reconozcan, se saluden, se inteligencien y se pongan de acuerdo... o se odien y se jodan? Al fin y al cabo ellos son los únicos que siguen viviendo y gozando con nuestras pequeñeces y con nosotros mismos, que de generación en generación los vamos haciendo eternos”. O en trazos gruesos e impresionistas, por las fantasmagorías que convoca, compone el paradisíaco enclave de la nostalgia amparada en la saudade, sin aristas de almibarada afectación; y qué de la inmemorial fusión maravillada de la oralidad suburbial y el juego de espejos que es la auténtica literatura, hacer y ars poéticos que jamás han pontificado abisales brechas clasistas entre lo culto y lo popular. El estilo narrativo de Burgos es, amén de la poesía que sin duda permea, polifónico, crudo, franco y conmovedor. Incluso transgenérico: En muchos de los cuentos se amalgaman los géneros en un discurso plácido, pleno de las idas y vueltas del contingente tiovivo (en “Moby Dick”, la reseña ensayística a una conferencia del poeta Rómulo Aranguibel sobre Melville, en tono de crónica, es el pretexto narrativo para pintar al Capitán Acab a la luz de un campamento circense improvisado en la plaza pública –por lo que la alusión a Mijail Bajtin no nos parece accidental-). El denso y popular torrente de la oralidad latinoamericana (valenciana, guanareña o bonaerense, da igual) se desborda a lo largo de este apretado y afortunado volumen. "Volver" es un cuento con la ardentía de la Buenos Aires hablada y saboreada en el mate, el tango y la milonga. La lengua ennoblece y rescata del mediático olvido a un indigente Gardel, deshilachado y descoyuntado el mito en una andanza errante y sin fin. En la Valencia del Rey, preferiblemente de San Desiderio como lo novelaba y ensayaba Slavko Zupcic, todavía se cree que el Morocho del Abasto merodea los bares de la ciudad en un nuevo exilio que desmiente su muerte trágica en Medellín, recostando su manoseada humanidad en la rocola clásica, la de los acetatos de 45 rpm. No en balde, Jorge Luis Borges –satisfecho por ser testigo de unos toros coleados que vislumbró en su ceguera homérica- y un grupo de poetas venezolanos (Rafael Simón, Héctor Gustavo y José Joaquín) conversan, liban aguardiente y churrasquean en la acechanza cuchillera de Don Segundo Sombra sin importar la milagrosa irrupción de la garúa que devendrá en aguacero postdiluviano.
Después de la sobremesa, mientras la ciudad escampa y se escurre, José Joaquín retará a Don Segundo a una partida cantarina en las máquinas tragaperras del establecimiento que simula una posada asturiana. Nuestras apuestas se centran, por supuesto, en el de Guanare y el solar valenciano.
Caracas, Parque del Este, sábado 18 de noviembre de 2006.

Saturday, November 04, 2006

TRES NOVELAS DE SLAVKO ZUPCIC: UN SANDWICH DE POESÍA Y PERVERSIÓN



En la mal llamada Valencia del Rey, específicamente en el stand que la Universidad de los Andes arrendó con motivo de la 7ª edición de la Filuc, he topado con las tres novelas escritas a la fecha por nuestro hermano y mentor del Concilio Apostólico de San Desiderio, el escritor venezolano Slavko Zupcic. Bajo el sello editorial de El otro el Mismo, este volumen recoge los títulos novelísticos Barbie, Círculo Croata y Pésame Mucho. El conjunto sugiere un dionisíaco sandwich poético, prevaricador y perverso: La amputada Barbie haciendo de las suyas, montándole los cachos a Ken y a un atribulado Alfonso M cuya lengua -expuesta en demasía al látex color carne de la muñeca- se entrega a la suicida coprolalia de morderse a sí misma, una y otra vez. Valga la empatía crítica de Pedro Téllez mascullando las categorías descriptivas de la noveleta: "Violencia, violación, exhibicionismo, voyeurismo, gula, necrofilia, piromanía, coprofagia, fetichismo, masturbación, homosexualidad, sadismo". En medio, sin duda el lomito del sandwich, va el Peregrinar de la simulación estafadora de Slatika Didic y su contrario -o, mejor aún, celópata reflejo- Salvador Prasel, trasladando los huesos de San Desiderio a Valencia, de allí su nuevo mote -Valencia de San Desiderio- que la ennoblece y magnifica por obra y gracia del poder de la ficción. Círculo Croata es quizás la derivación definitiva e intertextual de sus mejores cuentos -la trilogía referida a Vinko Spolovtiva y, por supuesto, el de Mary Monazin tostada y acariciada lascivamente por el Dragi Sol de la memoria que se asoma filtrado por asombrosos vitrales en los que priva el cristal cerulei. ¿O acaso funciona a la inversa: la novela como comadrona a futuro de los cuentos celebrados por lectores, amigos y detractores? (Como se sabe, hablar mal de la obra de un verdadero escritor no es más que un ejercicio apologético y propagandístico de fines inconfesables). La trama novelística se construye caótica y pluralmente: Bien sea a través del juego y la confrontación de Zlatika Corazón de Jesús y Leticia, disponiendo fotos sepias en el piano y el suelo; o por vía de las cartas jamás traducidas del serbo-croata por un fantasmagórico Salvador Prasel. Finalmente, el pan agridulce que es Pésame Mucho, reescritura enésima de Psicópatas, abusones y villanos de La Ninfa Dorada, inventario de memorables y secundarios personajes de la Valencia del Rey que le han dado -en la meritita estrechez de corazón, Prisioneros dixit- su abominable mas querida fisonomía. La validez del volumen no sólo es literaria, sino también religiosa y litúrgica: constituye la literatura sacra sandesideriana que bendecirá y abogará por la ciudad a la hora del juicio final.

Valencia de San Desiderio, 4 de noviembre de 2006.

Thursday, November 02, 2006

LABERINTO DE PAPEL, ENCLAVE DE LA FESTIVIDAD


LABERINTO DE PAPEL, ENCLAVE DE LA FESTIVIDAD.
José Carlos De Nóbrega.

La estabilidad, la alegría y la libertad se logran mucho más fácilmente si las practicamos y compartimos en comunidad con otras personas.
Thich Nhat Hanh, monje budista.

La revista Laberinto de Papel excede su formato y excelente diagramación al constituirse en terreno propicio del encuentro y el diálogo entre amigos. Por fortuna, no es una postal hemerográfica ni mucho menos un mero apéndice alusivos a las Ferias Internacionales del Libro que organiza cada año –desde hace seis- la Universidad de Carabobo. No es difícil entregarse a una placentera y sentida lectura de sus páginas, arrellanado el lector en el sofá y acariciada la felpa verde de vez en cuando por una mano ociosa. Hoy nos encontramos a la expectativa de la presentación de su cuarto número, dados los aciertos y la gran calidad editorial de las tres entregas anteriores. Por supuesto, un equipo encabezado por Rafael Simón Hurtado, el poeta José Joaquín Burgos y el fotógrafo Orlando Baquero, es el responsable de esta estupenda y querida empresa. Valga mi elogio y agradecimiento, pues Rafael Simón le ha abierto incondicionalmente las puertas de la revista a mi contingente y caótica obra ensayística (de los cuatro números publicados, mis líneas nerviosas y compulsivas se han deslizado tres veces en su papel glasé). Asimismo, el hecho de encontrarme rodeado de las voces de amigos y escritores tales como Carlos Yusti, Pedro Téllez, Slavko Zupcic, Marisol Pradas, Jesús Puerta, Orlando Chirinos y Rafael Simón Hurtado, me sugiere que la revista es un jolgorio anarquista y una comparsa festiva por demás ruidosa y abigarrada. Claro está que grandes firmas han engrandecido y enriquecido el contenido bien dispuesto de los pasadizos y pasillos de este Laberinto de las Letras Latinoamericanas: Fernando Báez exorcizando a los afectados camisas pardas y negras que danzan como idiotas ante el holocausto y la quema de los libros; las confesiones asombrosas de lectura dibujadas por Carlos Monsiváis con la maestría de José Luis Cuevas u Oswaldo Guayasamín; o la prosa de Vargas Llosa jugando y fundiéndose con la del Quijote de Cervantes, modernísima voz en tanto antecedente de la escritura transgenérica. Laberinto de Papel no es un mausoleo de las letras ni tampoco de la fotografía: los textos se iluminan en la vecindad del maravilloso trabajo fotográfico de Mariano Díaz, José Antonio Rosales, Víctor Hernández y Orlando Baquero. El mosaico gráfico exhibe procesiones fantásticas fijadas en blanco y negro; el apacible rostro barbudo de José Manuel Briceño Guerrero en un éxtasis filosófico y poético; un shaman ataviado de pigmentos rojiverdes en la inmemorial contemplación lectora de fuegos reveladores; o los objetos que descoyunta el agudo lente de Orlando Baquero: libros, homúnculos de madera y arcilla, o dijes de metal atrapados en un mar de letras ígneas. Si a ello le adosamos la magnífica diagramación y acomodo de los elementos textuales y gráficos a la manera de un ágil y apetitoso ready made, los ojos y las nalgas de atentos usuarios lo agradecerán en el morbo y el solaz de la lúdica lectura.

Mientras Rafael Simón descansa su humanidad en una cura de sueño con oro, incienso y mirra, para que la vigilia desemboque y lo embosque el seis de enero, los lectores aún disfrutarán el extravío en salas, pasadizos y puentes colgantes de generosas letras y atractivas imágenes contenidas en el Laberinto de Papel que hoy se ofrece sin inhibición alguna.

Valencia de San Desiderio, día festivo y consagratorio de las calacas achocolatadas de 2006.

Wednesday, November 01, 2006

LUIS ALBERTO ANGULO, UN MILITANTE DE LA POESÍA DEL DECIR


LUIS ALBERTO ANGULO, UN MILITANTE DE LA POESÍA DEL DECIR.


Contra el poder y
contra la miseria
descerrajamos el poema.
El poema como un fuego alto
contra la muerte.
Enrique Mujica. De Poemas del Decir.


Luis Alberto Angulo es, por fortuna, un poeta forjado en el cruce y la fusión de hablas que seducen y configuran a su Barinitas natal, en el piedemonte andino. La leve joroba del ave fantástica que es el estado Barinas, roza cariñosamente palmeando la espalda de los estados Mérida y Trujillo. De allí que su obra poética demuestre sin equívocos su tenor plural y polisémico, ajeno a lo monocorde, lo excluyente y al vacuo precipicio sin fondo de escuelas versificadoras de arrogantes mezquindades. Escribíamos que Luis Alberto gustaba del claroscuro, de anegar las fronteras e hitos que engarrotan los miembros del corpus del poema. En una ocasión nos confesó impunemente que la poesía sólo es vivificada en el afán de salvar a la humanidad, por lo que la autodestrucción que padece nuestra cultura resulta inadmisible y contranatura. No se trata de la absurda salvación que nos hace acumular inútiles indulgencias, sino de la cotidiana vivencia que se intensifica en el presente: aquel revelador modo de vida religioso que conduce al diálogo endógeno y exógeno, producto de la disciplinada actitud de observar y escuchar al prójimo, proximidad y prolongación de nosotros mismos. Concebir el poema desde imágenes poderosas que recreen al mundo, en la ausencia de viles dispositivos retóricos, sólo conduce a la poesía del decir. La militancia poética no será condicionada jamás por la urgencia apresurada y estandarizada del momento político o artístico, mucho menos mediatizada por alcabalas partidistas y/o estéticas. Luis Alberto es un devoto partidario de la poesía que conversa con el Otro y, por ende, consigo misma. El discurso poético cobra una transparencia sin par, antítesis irreconciliable de grises veladuras neblinosas que extravíen a hacedores y lectores en una daltónica comparsa. Como lo dice Tu Fu, al cabo de diez mil, cien mil otoños, no tendrás otro premio que el inútil de la inmortalidad. Delirio suicida de grandeza que deviene en la piedra de tropiezo que a su vez impide aprehender con pasión hasta el acto mismo de comer. El ejercicio de intertextualidad que es el poema Correlato Objetivo, por ejemplo, excede el virtuosismo técnico pues nos propone la vinculación de lo poético, lo político y lo estético:

“enfilo mi arma contra el infinito
para provocar una tormenta ácida
sobre el cubo negro de grandes mercaderes
la estética imponente
la ética fementida
anunciando una creación ajena
una destrucción que no les pertenece”.

La poesía asume la consagración de lo que es nocturno y solar, en este caso la parusía de un nuevo mundo posible, más allá de quiméricas especulaciones que entorpezcan su índole dialógica. Las propuestas líricas de Rimbaud y Baudelaire no en balde simulan un decir prevaricador a fuer de preces invertidas que denuncian la lasitud y chatura de un entorno hipócrita y materialista. El diálogo que ofrenda el ars poética de Luis Alberto se funda, sin duda, en la generosidad y la solidaridad para con el lector, tanto en el decir como en la edificación formal del poema. Mi padre de ochenta es un estupendo texto que nos conmueve en el indescriptible marco de la intimidad y la comunidad que sólo nos puede proveer el lenguaje poético. El Púgil, por otra parte, devela que la poesía es el objetivo exquisito de sí misma, en la pugna que implica atrapar la vida y la muerte entre líneas. La justificación de tal estado de gracia es desplegada por el poeta sin remilgos: “Parafraseando a Julio Cortázar, no se culpe a nadie de las posibles inconsistencias de mi obra, pues he aprendido que de lo que se trata es de vivir mi poesía sin pedirle nada a los inquisidores de turno, pero sí en la esperanza de ganar unos cuantos cómplices entre los que tengan a bien leerme”. La invitación al ágape es desinteresada y desprendida de fondo y forma. Luis Alberto se mantiene fiel aún al espíritu del grupo Talión, la poesía conversacional a la par del hombre de a pie, vindicación de la calle que antecedió las propuestas del grupo Tráfico:

“el poema no está fuera de ti
inicia su camino de palabra desleída
antes que podamos sospecharlo
en medio del silencio se revela
esclavo y señor del mismo reino”.

La Poesía del decir de Luis Alberto Angulo se planta valiente y desafiante para establecer un diálogo que problematiza el mundo, apropiándoselo en la adopción de un aguzado y atento ojo que nos lo ennoblezca y nos lo rescate en la lúdica intermitencia del ritmo, la musicalidad y el tono del lenguaje poético en una garúa sesgada que refresca la tarde y licúa la sangre del San Desiderio que enjuaga los pies de la ciudad.

Valencia de San Desiderio, 1º de noviembre de 2006.

Monday, October 30, 2006

CHISMARANGÁ: UN EJERCICIO DE VINDICACIÓN Y RESPIRACIÓN DEL HABLA POPULAR


CHISMARANGÁ: UN EJERCICIO DE VINDICACIÓN Y RESPIRACIÓN DEL HABLA POPULAR.
José Carlos De Nóbrega.

Anormal, adj. Que no responde a la norma. En cuestiones de pensamiento y conducta ser independiente es ser anormal y ser anormal es ser detestado. En consecuencia, el autor aconseja parecerse más al Hombre Medio que a uno mismo. Quien lo consiga obtendrá la paz, la perspectiva de la muerte y la esperanza del Infierno. Ambrose Bierce.

Tuve la oportunidad de reseñar, hace aproximadamente cuatro años, el primer libro de nuestro amigo Arnaldo Jiménez. Se trataba de un poemario titulado Zumos, editado bajo el sello del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo. En aquella ocasión decíamos que tal ópera prima “(...) exhibe el sesgo nostálgico de la voz poética que se mimetiza en dos espacios metafóricos fundamentales: la casa y el jardín. (...) Hay una recreación sentida del ámbito familiar, presidida por la figura materna, que va del origen, de la pujanza de dar la vida, al miedo escatológico que realza las noches de diluvio (a modo de una visión apocalíptica): el cielo se va a caer/ decía mi abuela/ y tapábamos los espejos/ poníamos los peroles/ su sombra/ aparecía/ y desaparecía del suelo/ el cigarrillo dentro de la boca/ esos relámpagos encerrados/ como la casa en nosotros”. Da la impresión que priva en estos versos el habla familiar que se esconde en la intimidad de la casa, con sus confidencias a la luz de las velas, sus vergüenzas y complicidades que se convierten en susurros de adobe y cal. Hoy, otro nuevo libro titulado Chismarangá –esta vez un breve volumen de cuentos- constituye una apología al habla deslenguada de la calle, las esquinas, las bodegas o los mercados periféricos. Es el habla popular que desborda impenitente las alcantarillas para inundar la ciudad en el poderoso caudal de la infidencia. Por fortuna, no hallamos en el tratamiento de tan variopinto y polifónico material, dobles discursos moralistas ni edificantes moralejas que apuntalen la urbanidad y las buenas costumbres. Por el contrario, el hecho que los cuentos tengan por título un número natural, rescata del anonimato a los ciudadanos de a pie, camionetica y cafetera rodante que dan vida y deconstruyen a la ciudad, el Puerto, incansablemente.
Por supuesto, el tema del chisme y el equívoco no es nuevo ni en este caso pretende serlo. ¿Qué decir de los celos de Otelo infundados e inflamados por la insistente hablilla vil de Yago en la quietud aparente de la Corte? ; el conjunto de relatos no niega deudas con textos tales como Los Adioses de Juan Carlos Onetti o, mejor aún, la ebriedad y el discurso amarillista de los albañales de boca en El Inquieto Anacobero de nuestro Salvador Gramendia, quien partiendo del chisme ridiculizaba al Poder en la patética celopatía cabrona del General por obra y gracia de la ninfomanía del hembrón mentado la Tamborito. Más bien los cuentos simulan capítulos de una propuesta novelística signada por el morbo descarado de la voz narrativa. Nos imaginamos las tomas de audio no autorizadas que irrumpen la vida privada de los personajes que cuentan su versión interesada de los hechos, a la manera de un evangelio chismoso, lírico y popular. Si no revisemos el cuento número 17, crónica roja y policial que se solaza en los posibles móviles del asesinato de un jerarca de la Iglesia Católica: “(...) yo también quedé boquiabierto cuando lo leí el padre al parecer tenía una doble vida y salía de noche a buscar zagaletones que le hicieran el favorcito lo cierto es que el puerto se indignó con esas declaraciones y muchos no le dieron crédito total de árbol caído todo el mundo quiere hacer leñas alguien dijo después que tiene una prima que es amiga de la conserje del edificio donde vivía el cura esa conserje y que lo vio varias veces entrando al apartamento con unos marineros”... y pare usted de contar. Si, como nos decía Roberto Pérez León, el Paradiso de Lezama Lima posee el ritmo de la respiración asmática del autor, Chismarangá delata el ritmo trepidante de la lengua dicharachera del pueblo en la construcción de historias apresuradas y susurradas al oído en presencia de sus protagonistas. Nadie escapa a la seducción de la chismografía, tanto en el barrio como en los desencuentros de poetas ebrios y maledicentes en los corrillos de foros y simposios. El ejercicio desbocado y desbraguetado de la lengua es un mal sabroso y preferible a la sinceridad compulsiva y agresiva de los que dicen escupir la verdad a todos sin cortapisas posibles; lo cual no es más que la sublimación de frustraciones y complejos inconfesables. Quien esté libre de pecado, arroje la primera piedra (al que tiene al lado, mientras que los miembros del panel desmontan la tramoya, van por unos tragos y comentan a hurtadillas y sin misericordia sobre las próximas víctimas de la lúdica boca).
Valencia de San Desiderio, lunes 30 de octubre de 2006.







Thursday, October 05, 2006

UNA POSTAL PARA MAMÁ (Un Tríptico Aproximativo)




Campanas de Bastabales,
cando vos oio tocar,
mórrome de soidades.


Rosalía de Castro.


I

La señora Augusta, alias sentimental de Fernanda, fue la mejor jefa de cajeras de todos los mercados de la ciudad. Sólo que la empresa para la que trabajaba no le rindió nunca los honores correspondientes en virtud de su fiel labor titánica (de lunes a lunes). Resulta increíble que la nomenclatura madeirense no le obsequiara una placa alusiva con Mariachi agregado. No sonó el repertorio ranchero clásico, ni mucho menos el Amor Eterno de Rocío y Juanga irrumpió en los pasillos festivos del supermercado cerrado con empleados adentro, todos por ahí regados, contentos, consolados y olorosos a sidra barata. Ya me lo había dicho la vieja portuguesa: el implacable sexismo de la organización le impidió ser gerente de la sucursal de Naguanagua. En nuestros caóticos y libidinosos años universitarios, cuando con el pretexto de hacer un flaco y precario mercado la íbamos a visitar, nos sorprendió fuera de la encapuchada trinchera política e ideológica patentando la expresión comodismo: derivación satírica de la palabra comunismo, pues por lo general los jefes izquierdistas universitarios cambiaban la hoz y el martillo por la cómoda estancia burocrática en la misma universidad, luego de haberse chupado etílicamente las becas y los beneficios estudiantiles que constituían la primera fase de la condición bovina a la que nos somete esta putísima sociedad consumidora de hombres y cacharros (palabras diferentes que significan lo mismo). El camarada Pedro Téllez –quien había salvado en el Consejo Universitario el pellejo de nuestros compañeros de la Facultad de Derecho, acusados ciertamente por envainar al enano decano- diría revisando el fichero de cervezas y tragos: El dueño, un portugués dueño de varios bares, o un Bar muy grande propiedad de varios portugueses. Cita desencajada que refiere la mezquindad de los hijueputas madeirenses –lo peor, paisanos de la vieja- que regentaban la cadena de supermercados cm. Por tal razón, luego de que prácticamente echaran a Augusta del lugar, nos desquitábamos robando botellas de ron, latas de salmón y preservativos con la más descarada impunidad. Por supuesto, un jueves de noviembre le propinamos un gran golpe a esta transnacional de los víveres robando e incendiando una de sus gandolas Mack frente al Arco de Bárbula (el bulldog que engalanaba la proa es aún uno de los trofeos que adornan mi biblioteca hípica marxista leninista). Recuerdo que el Araguato le partió la frente al come mierda del subgerente, Daniel Ferreira, con un pollo congelado que le había arrojado con su siniestro brazo de Grandes Ligas. Sucedáneo insuficiente de la Justicia Poética, pues teníamos planeado secuestrarlo para que Portiño le rompiera unas costillas y lo arrojara a una zanja llena de mierda; sólo que el gandhiano y diplomático de su hermano, al que apodaban Ave de Rapiña, le sopló la intentona reivindicativa a Augusta para evadir un lío en el que estaba metido, por lo que la vieja le dijo al porti que no había criado terroristas ni guerrilleros. Operación justiciera abortada. A una dama venerable no se le encierra en una gélida cava industrial del supermercado, no, Daniel ñorelambehuevo. Cuando acometían las olas picadas de la especulación y el acaparamiento de productos como la harina, el café o la leche, la bondadosa Augusta nos los conseguía sin cobrar una locha de más: así las noches interminables de estudio (la víspera de los exámenes parciales) eran más amables con nuestro templo cognitivo y somático bien estragado por el forzoso trasnocho. Detrás de su aire de sargento severo, se acurrucaba un hercúleo amor por sus hijos, de ello no hay duda. Si no, de qué valía el sacrificio al soportar la fútil arrogancia de algunos docentes universitarios, como si tuviesen al chivudo prensado por sus grandes y sacratísimas bolas. Ni los muy ricos ni los muy pobres se andaban con esos ridículos remilgos académicos, cuando de precios y ofertas se trata. ¡Nos la jugamos con Augusta en línea el clásico Ciudad Valencia de San Desiderio!


I I

¡Ah! En cada mujer existe una muerte silenciosa:
y en cuanto el dorso imagina, bajo nuestros dedos,
los bordones de la melodía,
la muerte sube por los dedos, navega la sangre,
se deshace en embriaguez dentro del corazón hambriento.


Herberto Helder, El Amor de Visita.


He aquí una foto sepia en la que aparece mamá con el abuelo, encaramados ambos en un coche tirado por un par de mulas flacas. No en balde se halla publicada en la revista La Tuna de Oro, número 41, Valencia, mayo-junio de 2004. A manera de homenaje para la vida en la memoria. Teresa Salgueiro arropa con la sedosa ternura de su voz el alma cheia de saudade, cantando incansable a Lisboa y al río Tajo. Sin embargo la escena se desarrolla en Funchal, capital de Madeira, la Perla del Atlántico: En la batea de la carreta descansa un anuncio publicitario tridimensional que van pregonando el padre y su hija: Se trata de una película protagonizada por Bette Davis, Victoria Negra de 1939, fotogramas en blanco y negro incluidas. Me imagino a mi bisabuelo paterno, o canarinho, espantado ante las imágenes en movimiento que se arrastraban en la pared de la bodega: al insurgir Jezabel, ramera ataviada de purpúrea vileza, amenazando a los pasmados campesinos y pescadores con su carnosa y blasfema boca de carmín, el místico de Cámara de Lobos entonaría cantos gregorianos para exorcizar la rugosa pantalla de cal. Ya había predicho que los hilos macabros unirían al mundo entero y harían pender plagas desgraciadas sobre toda la humanidad. Treinta y tres años después, el padre de mi madre moriría destripado por el camión de un lechero ebrio; treinta años después de la muerte de sus padres y de su marido, mi madre sería extinguida por el cáncer de matriz. Por fortuna, al abrigo del calor de su propia cama. El cáncer se había apoderado de su cuerpo tras treinta años de un prolapso estropeando sus entrañas, quedando tres hijos aún vivos a fuerza de su corajuda abnegación.

III

¡Ai, desdichada
de min que a vexo,
fincarlle o colmillo
no triste pelexo!

Rosalía de Castro.

Cuando murió mamá, antes de velarla en una funeraria de la ciudad, llovió a cántaros desbordando la hondonada metafísica y abisal que es Valencia de San Desiderio, como si Dios quisiera renovar la tierra por segunda vez. Desde una taguara en la Avenida Bolívar, no observé el arca de Bartolo repleta de parejas de sus animales preferidos. Tan sólo negras bolsas de desperdicios que se dejaban llevar por el caudal del río Cabriales desatado en su podredumbre furiosa. Llegué por fin ebrio al inicio del acto velatorio. Me recibió mi hermano, intermezzo entre mi lacerado envoltorio y el menor, al cual le dije en una lengua contundente e ininteligible que la casa de la familia no se vendería bajo ningún concepto. Sin importar su comento, me abalancé hacia el ataúd de caoba, estrecho catre en donde Ella dormía de manera plácida y eviterna. La encontré linda, sobre todo al notar algo de mugre en sus uñas, como si regresara del supermercado impregnada en la fragancia marina de la pescadería. Precisamente, un portugués amigo de mi madre y dueño de una panadería, me confíó cómo lo arrullaba la suya, acurrucándolo en sus faldas: Si bien olía a pescado, lo que importa es el amor que excede más allá de la matriz.


Valencia de San Desiderio, 5 de octubre de 2006.

Tuesday, October 03, 2006

TERAPIA INTERMEDIA


A Yordano Reales, in memoriam.


Sembré alegría en este pueblo,
regué de gloria este suelo,
si Jesús tropezó,
por qué no habría de hacerlo yo...

Oda pindárica a Diego Armando Maradona,
La Noche del Diez, canal 13, Argentina.


Los muchachos, colmados de llanto y saudade sureña, te acompañaron a paso apresurado hasta la buchaca que los obreros habían cavado en la tierra reseca. Los embargaba la tragedia que es una muerte repentina y harto abrupta: Compadre, no frisabas los 16 años; el cínico y ludópata destino te tendió una inmisericorde emboscada en la avenida principal que siempre se cuartea y resquebraja en dirección al barrio. Tu padre estaba disminuido muy a pesar de su uno ochenta y tres de estatura. Se abrazaba al desconsuelo de la familia, horadada la conciencia por una culpa compulsiva. Por qué carajo permití que fueras a buscar una caja de polarcitas en el sopor de una noche calurosa. Tu primo, aprisionado el cuello en un collarín atascado ante la tumba, estaba ebrio y no debía haber conducido la pick up al desamparo de la cordura y la prudencia. Tan sólo los tres alegres compadres constituyeron el casting de profesores que presenció como te ibas tendiendo en la árida tierra del cementerio municipal. Sí, estábamos allí con ese escozor que acalambra el alma. A. con su delgadez de cigarrillo en boca, R. con la corpulencia solidaria de siempre y yo, ...despistado en esta clase de eventos. Tenía a la mano la película sobre narcos que me habías prestado, sin saber a quién coño devolvérsela. Ahora, unas ventosas aspiran y chupan mis latidos algo raudos; una manaza -cada tres minutos- oprime mi brazo sacándole pulsaciones alteradas en medio del pitico fastidioso de una máquina despiadada.
Por tu actual estado de gracia, el Señor impidió que farisaicos zamuros se asomaran a tu ataúd con desencaminados pensamientos moralistas; bestias ataviadas con una superioridad moral que siempre te disgustó, sobre todo cuando escupían órdenes en los claustrofóbicos pasillos y peldaños que se desparramaban en las pocas aulas del liceo. La única frase que te había atrapado de los innumerables y bobalicones estudios bíblicos era la que rezaba Sepulcros Blanqueados, magnífica metáfora que retrataba a los obsesivos evangelizadores fatuos. Por supuesto, lo rescatable del lugar eran las lindas niñas que ennoviarían contigo y la banda de los cinco dispuesta a golear a los adversarios los miércoles en la tarde. Poco antes de irte no se sabe a dónde, encabezaste un movimiento sedicioso y rebelde en contra del profesor T., dada la masacre del remedial de lengua extranjera (a ese teacher villano había que remediarlo a carajazo limpio). Bofetada de revés ésta a un sanedrín tenebroso que intentó expulsarte tres veces del liceo sin conseguirlo. Coño, acaba de irrumpir (interrumpiéndonos) en la terrorífica y límpida sala un cura extraviado al cual le digo: vergación, tu clientela se encuentra en la sala de terapia intensiva.
En el velorio atisbé fragmentos alocados que pretendían una reconstrucción morbosa, pero triste y sentida, de los hechos: Te hallabas en la pequeña batea de la pick up enviando dulces y eróticos mensajes de texto a tus siete novias (como si fuera la última vez), cuando la trompa mordió violentamente el poste y volaste hacia otra realidad que nos agobia y enternece la memoria. Unos dicen que el oxidado paral te desfiguró el rostro, otros añaden la pérdida del ojo izquierdo. Sin embargo, a tu gente no pasa desapercibida la fresca bondad con que embestías a la vida, como si de un clavado en el mar se tratara (a ritmo del vallenato de tus amores). Después de una ingesta etílica de diez horas, el estremecimiento, el calor frío del cuerpo y el desvanecimiento en el mismo instante del desgraciado choque. Aquí, mareado y acostado por un cuadro de encefalopatía hipertensiva, te pienso y te converso pleno de sed por la vida que amigos como tú se obstinan aún en sostener.
Valencia de San Desiderio, 3 de octubre de 2006.

ALGUNAS PELÍCULAS IMPRESCINDIBLES (2)


Aquí les va el segundo listado de las películas que revelan la impunidad de mis elogios compulsivos. Sus imágenes se deconstruyen en fotogramas desordenados que integran una cartelera abigarrada, contingente y caótica.
21.- Nosferatu de W.F. Murnau.
22.- Freaks de Todd Browning.
23.- La Dolce Vita de Federico Fellini.
24.- Vivir de Akira Kurosawa.
25.- Los Sueños de Akira Kurosawa.
26.- El Evangelio según San Mateo de Pier Paolo Passolini.
27.- La Pandilla Salvaje de Sam Peckinpack.
28.- El Decameron de Pier Paolo Passolini.
29.- Los Cuentos de Canterbury de Pier Paolo Passolini.
30.- Los Caminos de la Noche de Kristoff Zanussi.
31.- Amores Perros de Alejandro González Iñárritu.
32.- Zelig de Woody Allen.
33.- El Halcón Maltés de John Huston.
34.- Providencia de Alain Resnais.
35.- Lolita de Stanley Kubrick.
36.- Full Metal Jackett de Stanley Kubrick.
37.- Casablanca de Michael Curtiz.
38.- Novecento de Bernardo Bertolucci.
39.- El Inocente de Luchino Visconti.
40.- La Mujer de al lado de Francois Truffaut.
41.- Harakiri de Kobayashi.
42.- Vicios privados, virtudes públicas de Miklós Jancsó.
43.- Zorba, el griego de Michael Cacoyannis.
44.- Electra, la vengadora de Michael Cacoyannis.
45.- Psicosis de Alfred Hitchcook.
46.- Un lugar en el mundo de Adolfo Aristarain.
47.- Tiempo de Revancha de Adolfo Aristarain.
48.- Martín H. de Adolfo Aristarain.
49.- Los Olvidados de Luis Buñuel.
50.- Goya en Burdeos de Carlos Saura.
Bonus Tracks: Ladrón de Bicicletas de Vittorio de Sica; Érase una vez en América de Sergio Leone; Magnolia de Paul Thomas Anderson y Cuentos de la Locura Corriente de Marco Ferreri.

Monday, October 02, 2006

ALGUNAS PELÍCULAS IMPRESCINDIBLES ( 1 )



He aquí un primer inventario de películas que han influido y -sobre todo- puesto de cabeza mi visión del mundo y el arte. No se debe reparar en el orden jerárquico de los films; la numeración es la ratificación de lo aleatorio.
1.- Pretty Baby de Louis Malle.
2.- El Ciudadano Kane de Orson Welles.
3.- Intolerancia de D.W. Griffith.
4.- La Quimera del Oro de Charles Chaplin.
5.- El Perro Andaluz de Luis Buñuel.
6.- Viridiana de Luis Buñuel.
7.- Rashomon de Akira Kurosawa.
8.- Los Siete Samurais de Akira Kurosawa.
9.- El Gabinete del Doctor Caligari de R. Wiene.
10.- El Último Hombre de W.F. Murnau.
11.- La Strada de Federico Fellini.
12.- Las Fresas Salvajes de Ingmar Bergman.
13.- Tiempos Modernos de Charles Chaplin.
14.- El Amigo Americano de Win Wenders.
15.- Patrulla Infernal de Stanley Kubrick.
16.- El Tambor de Hojalata de Volker Schlöendorf.
17.- La Batalla de Argel de G. Pontecorvo.
18.- Gallipoli de Peter Weir.
19.- La noche de San Lorenzo de los hermanos Taviani.
20.- Vértigo de Alfred Hitchcook.

Saturday, September 16, 2006

LA SEGUNDA MUERTE DE CRISTÓBAL RUIZ



La sucia falda protege el fogón
Para espantar el hambre
Que ronda la sala ante la espera.
Poema (fragmento) de Cristóbal Ruiz.


Cristóbal Ruiz, pintor y performer selenita, murió por segunda vez –no nos atrevemos a decir que de una manera definitiva- en el sector El Castaño de las Trincheras, municipio Naguanagua, el día sábado 5 de febrero de 2005, según rezan las notas periodísticas de la región. Su cuerpo pendía de un cable de electricidad, el abdomen se hallaba intervenido con dos puñaladas de frío salvajismo y las manos amputadas, echadas u ocultas en no se sabe dónde. El morbo, convidado inoportuno de los pensamientos contingentes y desbocados, recreaba la composición de la terrorífica escena: Instalación y performance, técnica mixta, materiales diversos (cadáver exquisito cuya sombra se proyecta en uno de sus propios lienzos, decapitando al pájaro fantástico y multicolor, sumiendo en la amodorrada oscuridad a una recogida culebra morrona).

La primera muerte de Cristóbal ocurrió hace dos años, esto es septiembre de 2004. Me había tomado por sorpresa al leer la despiadada reseña en el diario El Carabobeño del domingo, entenebrecida la vista por una albigrisácea capa de secreciones y lagaña. El sábado en la noche lo había visto en la licorería, preguntando por Alexis para canjear sus acuarelas de tierra ajedrezada por media mula de leal cocuy. El flaco licorero siempre se quejaba porque Cristóbal le vendía lo más modesto de su fecundo parto artístico, mientras que otras personas adquirían óleos de gran formato y mayor completación técnica. Si no, consúltese su rabia al ver uno de los cuadros, propiedad del poeta Reynaldo Pérez Só, en la portada de la revista Poesía número 128. Pese a ello, esta primera muerte lo había afectado, hasta el punto que fueron infructuosas sus diligencias para inquirir en dónde se realizaba el acto velatorio. Media semana después del primer deceso, me espanté al verlo caminar en las inmediaciones del bar La Guairita; Alexis y Juan me confirmarían que yo no estaba rascado ni drogado: Cristóbal estaba vivito y jodiendo la paciencia de los habitantes de Valencia de San Desiderio, así nomás, impunemente. La macabra chanza quizás era una estratagema estafadora para revalorizar su obra pictórica, al margen de las escuelas, las tendencias y, sobre todo, los círculos museográficos.

En un trabajo aparecido en Letra Inversa (apéndice culturoso de la agencia EFE), escarbando el sendero de Cristóbal Ruiz, Vielsi Arias –una trigueñita buenamoza- resume las peripecias de su andar estético y vital. Nacido en La Luna, pueblo de Urama, el año de 1950, Cristóbal ejerció oficios dispares mientras procuraba una vía de expresión que le permitiera ganar un lugar en este mundo: conuquero, monaguillo, bailarín y performer de botiquín, officeboy, hasta que se empapa del ambiente político y cultural caraqueño de finales de los sesenta, lo cual le conduciría a la pintura de la mano de Diego Barboza y, luego, dos años mediante en la escuela de arte de su tocayo Cristóbal Rojas. La pobreza le impidió consolidar estudios escolares, sólo que no se perdió su espíritu libertario en los largos pasillos y estériles recovecos de las academias. En una foto de nuestro amigo Orlando Baquero, Vielsi amansa con una sonrisa fresca, sentida e impecable al Rasputín que a veces era Cristóbal: Su vida fue en cierta forma una gran pieza de teatro, en la que actuaban infinidad de personajes que finalmente eran él mismo. Hay infinidad de escenas en la que todos estamos envueltos, de igual forma su obra recoge del entorno todo cuanto acontece y siente. Al tratar de ubicar a Cristóbal en una categoría específica del arte, no hay duda que sería dentro de lo popular, considerando este género como aquel que parte de un colectivo, del contacto diario con el entorno, que sin mayor formalidad ni prejuicios lleva consigo el itinerario de un pueblo (Letra Inversa, 13 de marzo de 2005, páginas centrales). Ni que lo digas, pequeña guaricha. La Facultad de Educación de la U.C. y el comprimido pasillo que separa el Teatro Municipal y la Facultad de Derecho, constituyen el espacio convencional en el cual Cristóbal satirizó al Templo de la Racionalidad y la Cabronería, tanto en lo estético como en lo político. En la inauguración del Festival de las Artes, teniendo al Teatro Municipal como tramoya de lo más formal, él le sacó su irreverente culo al pícnico y sacratísimo Alcalde de la Ciudad, más preocupado por las corridas de toros que por la Poesía que se enseñorea de todas las artes. Un azulado paco pelafustán y servil le dio una paliza porque su cabeza de palo segrega a los oriundos de la luna, pues son anarquistas esquizoides que mezclan sus efluvios corporales con la pintura para evidenciar lo mierda que es la sociedad de su tiempo: sí, esa que sólo respeta y se enculilla ante dos cosas, el dinero y el garrote dispuesto siempre a fracturar cráneos, espíritus y conciencias.

A veces, en el epicentro de su embriaguez, Cristóbal se convertía en un tipejo fastidioso, resentido y ofensivo. Por lo cual, en ocasiones mi mezquindad y malhumor me obligaron a seguir de largo con el pretexto de llegar algo retardado a un examen o a una exposición oral en la Facultad. Todavía los cuerdos tenemos la cachaza de maltratar al prójimo dizque para paladear y padecer nuestro cuadro de estrechez anímica. La Psiquiatría, aparentemente, da para todo, menos para la extirpación de la locura. A Dios Gracias para su mayor Gloria, pues una sociedad sana y racional sería un paraíso artificial intolerable. Ello justifica la naif psicodelia abigarrada del universo artístico de Cristóbal Ruiz: Maestro fue Cristo que hizo el culo sin compás.






Monday, September 11, 2006

METARRELATO A LA MANERA DEL BESTIARIO



A Argenis Salazar.

Tomasso de Samotracia se sintió satisfecho al publicar su primer libro, una colección de cuentos dispersos durante su periplo intelectual en la ciudad de Valencia de San Desiderio. Creía firmemente haber inventado un nuevo género narrativo, muy a pesar de la presencia de Slavko Zupcic, Pedro Téllez y Carlos Yusti como los prevaricadores anarquistas: el minimalismo de las hablillas, variación postmoderna del artículo de costumbres. No quedaba otra, la perfecta valencianidad le obligaba a limitar su obra en tan mezquino ámbito; sería la tarjeta verde que lo establecería en el pináculo de la pirámide intelectual de la agangrenada ciudad. Sin embargo, se permitía ridiculizar en el aula de clase a autores como Salvador Garmendia, sin que el indiferente auditorio le replicara un ápice. El bautizo de la colección de cuentos se llevaría a cabo en el foyer del Teatro Municipal el jueves 26 de junio a las ocho de la noche. Si bien iba con cierto retardo, le sorprendió la desolación de la urbe durante el recorrido del metro que para él comprendía el intervalo Universidad - Plaza Bolívar. Compartía el vagón con pasajeros que nunca había visto en su vida: Ellos, ahora estaba demasiado claro, no se localizan en parte alguna; viven en el subte, en los trenes del subte, moviéndose continuamente. Su existencia y su circulación de leucocitos -¡son tan pálidos! – favorece el anonimato que hasta hoy los protege, leía en el libro de cuentos de Cortázar que le tocaba cargar ese jueves. En este caso, sus acompañantes no constituían un casting silencioso ni níveo por la falta de sol: por oposición al texto cortazariano, era una comparsa de cinco vikingos malolientes de mugrosa piel, cuatro hombres y una mujer de rostro desfigurado a punta de navajas.

Se apeó ágil y rápidamente del vagón, abriéndose paso entre el decadente y maledicente quinteto malviviente. Llegando a trote apresurado a su destino, notó que el Teatro Municipal estaba sumido en una densa oscuridad. La calle desierta tan sólo estaba habitada por el excéntrico pintor Cristóbal Ruiz, el cual consumía un tabaco que acompañaba la libación inmediata de una media mula de cocuy leal.

-¿Qué ha habido, Crístobal? ¿Sabes por qué el teatro está cerrado? Hoy tenía el bautizo de mi primer libro allí.

-Cada quien llama sabiduría a lo que él sabe e ignorancia a lo que saben los demás- replicó imperturbable para escupir inmediatamente después una babaza hedionda a azufre y estiércol.

-¡Coño, chico! Déjate de vainas. ¿Estás periqueao?

-Las hojas volaron a la hora exacta del camino.

-¡Vete a la mierda, maricón- gritó Tomasso, dándole la espalda.

Cruzando la calle, sin percatarse de nada anormal, se vio rodeado de una jauría de perros vikingos que acompañaban a sus dueños, trece hombres y una mujer, todos ellos desarrapados y pervertidos. Lo tomaron de los brazos, contaminando de podredumbre su traje de montecristo, conduciéndolo casi a rastras al tenebroso bulevar. Mientras las bestias lo mordían y los vikingos lo pateaban sin misericordia, observó a través del velo sangriento que nublaba sus sentidos a un Cristóbal, ataviado de un multicolor casco luminoso, que tomaba posición sentado en la calzada con lienzo y pinceles a las manos. El perfomance consistía –esta vez- en una recreación macabra de La Última Cena de Da Vinci. Al otro lado de la calle, un famélico muchacho tomaba fotografías de Cristóbal pintando la terrorífica escena, siendo la comilona el fondo de la composición. Sintió Tomasso que tras las bambalinas un desgarbado músico registraba sus alaridos adoloridos, los ladridos y gruñidos de los vagabundos, amén del escándalo obsceno de los perros vikingos en un sofisticado equipo de grabación. Comprendió en el avance de la muerte que era la víctima propiciatoria de una sociedad estética, conceptual y transdisciplinaria de fines inconfesables. La ciudad se hallaba embargada y encerrada en los hogares de sus habitantes, conmemorando el éxodo y el desarraigo en la eucaristía y agria degustación de jengibre y vinagre.

Valencia, 9 de septiembre de 2006.

Friday, September 08, 2006

EL DRAGÓN LUSITANO

La amarillista fotografía de la página de sucesos, sin que el reportero gráfico lo procurara, recreaba el enorme cuerpo sin vida del Dragón Lusitano en su cama a la manera del Greco. La figura se encuentra alargada como si simulara el entierro del Conde de Orgaz. Sólo que nos impacta su soledad y la desamparada postración que lo oprimen para siempre en la memoria; el cadáver no es cobijado por un abovedado cielo presidido por Cristo, la Virgen y los penitentes - tan sólo lo arropa una colcha sangrienta en tanto improvisado sudario -. En el plano terrenal, no lo rodean caballeros nobles de rostros conmovidos y adustos; suponemos que la endeble paciencia de amargados policías era importunada por el trabajo del reportero gráfico: el encuadre y la pose macabra que excitarían el morbo de los lectores durante la libación del primer café de la mañana. Sin embargo, la fotografía significaría para mí un paradójico homenaje a mi tío, el luchador mitificado en el mote sinolusitano.
El Dragón Lusitano fue una de las figuras más resaltantes de la lucha Libre en Venezuela, el bien llamado Catch as catch can. Sólo que se hallaba en la acera contraria de héroes como Basil Battah, la del impío bando de los rudos: Maniqueo manejo de las marionetas del destino mediante, el ex-luchador libanés prosperó en la Valencia de San Desiderio al fundar una tienda por departamentos (Comercial Battah, por supuesto) ; mientras que el villano encontró la muerte detrás del mostrador de una mísera bodega-hogar al sur de la ciudad. Me contaba El Solitario, otro de los luchadores nuestros que compartió cartel con El Santo (tanto es así que con el Mil Máscaras fueron considerados el mejor trío de 1975 en México) , que mi tío no encuadraba en el perfil de los malvados: Su silencio, si se quiere de una saudade resignada, desconcertaba el bullicio ebrio de los vestidores en el Nuevo Circo. Sólo que al salir y encaramarse en el ring, la severa fatalidad de su silencio se sublimaba en una explosión de golpes ilegales y traicioneros que abatieron lo mejor de los técnicos, amén de sus aullidos y escupitajos contra un público estúpido sediento de bufo y efectista espectáculo. Quizás por tal razón, la tensión habida entre el silencio de Buda y el ruidoso y envilecido salvajismo de Míster Hyde, atenuó su sino trágico en el éxito con las mujeres (sobre todo prostitutas y ficheras). Mi madre decía que pese al modesto tamaño de su miembro viril en posición de descanso, era acosado sin consideración por mujeres de toda ralea y a toda hora (supongamos entonces la compensación divina y diabólica en erecciones de fábula).
Tengo dos recuerdos muy puntuales sobre él: uno, cuando se despidió de nosotros -niños armando abstrusos ingenios con taquitos Lego- pues lo perseguía la policía por haber asesinado a su hijo bastardo (concebido con una vulgar fichera, con la cual se habría presentado en el sepelio de mi abuela materna; cosa que no dispensaría jamás mi mamá) por asfixia mecánica para luego lanzarlo a un río infectado de caribes. Lamentablemente, fracasado el intento de fuga hacia Brasil, fue capturado poco tiempo después para purgar la pena máxima en Tocorón. Y el segundo, cuando contaba yo con 21 y no tenía idea de qué hacer con mi vida (como ven, soy un haragán de campeonato) : Nos habíamos tomado unas cuantas cervezas en el restaurant chino en el que trabajaba, el extinto Dragón Tower, celebrando el beneficio procesal que había recortado en la mera mitad sus treinta años de condena. Semanas más tarde, enterado de su mentira, acudí a la barra del restaurant a beber deprimidos vasos de cerveza tibia: el presidente no le concedió indulto alguno, el Dragón Lusitano había comprado su libertad a la burocracia carcelaria sin seguir las sabias instrucciones: Portu, sal del país porque si no nos envainamos todos. En efecto, la policía lo apresó en la cocina del restaurant, entre lumpias, chop suey y arroz pisado por las ratas.
Hoy, veinte años más tarde, me topo con esta magnífica foto (brillante sin proponérselo, al igual que la naif atmósfera surrealista de la película El Santo contra las mujeres vampiro), la cual me perturba en la desazón y el pesimismo de mis cuarenta y un años. La semana pasada otro tío mío me dió una oportuna cola a mi casa, pues me confió sus sospechas en torno a la muerte de su hermano del alma, el Dragón Lusitano: un parricidio por razones pecuniarias. Le creí al principio, pues el hijo legítimo del Dragón me caía en las bolas. Pero, pensándolo bien, parricidas somos todos que, al igual que Caín, descuidamos salvaguardar al otro, nuestro semejante. Valga esta puñalada parricida que es esta agria crónica.