Saturday, February 25, 2006

POEMAS DE LEDO IVO. Traducción de José Carlos De Nóbrega


POEMAS DE LEDO IVO. Traducción de José Carlos De Nóbrega.
LOS CARACOLES

Sólo para Dios se abren los caracoles
que encontramos inmóviles sobre la hierba
Nos postramos ante ellos y suplicamos:
¡Hablen! Confíennos ahora el gran misterio.
Explíquennos el secreto de esta jornada
y de este silencio que tanto nos perturba.

Sólo los caracoles conocen la causa primigenia
y saben el origen de todo, desde la gran explosión
que creó el universo y aún nos aturde.
Por más que preguntemos ellos nada nos dicen.
Pasan el día quietos en la hierba y ni siquiera nos contemplan.

SONETO DE AMOR

Dulce fuego de amor, cómo me quemas
y me haces arder entre nieves
como si yo fuera la pálida hoguera
encendida por el sol en la noche breve.

Dulce rival del fuego verdadero,
cuanto más embisto contra tus llamas,
ellas se esparcen más en mi cama
y, guerrero, por ti soy guerreado.

Más me quema tu frío, más intacto
respiro y te combato; y, fatigado
de la pelea en que me consumes, más descanso.

Oculto en las sábanas, fuego de estío,
escurres, alegre y manso como las aguas
el agua serena del amoroso río.

CLARIDAD

Toda mi claridad es noche oscura,
sol negro desviado por un muro
blanco de cal, rayo que apaga el sol,
luz que ofusca, siendo tiniebla y luz.

A las estrellas les reclamo que iluminen
el papel blanco de mi largo día,
el grafito que ensucie el blanco muro
del sol que, siendo noche, me alumbra.

Cuanta más luz procuro, más oscuro
me vuelvo en pleno día, y más me asombran
las sombras que se juntan en el arrebol.

Recurro a la noche si quiero mostrar
las fracturas expuestas de mi ser.
Y si quiero esconderme, busco el sol.

LOS CÓMPLICES

Cuando voy por estos campos
un gavilán me acompaña,
estridente compañía,
sombra de sueño y de saña

Una frontera de sol
nos mantiene separados:
al gavilán cielo y nubes,
a mí las piedras y los arboles.

Cada uno en su territorio,
y la misma intención callada
en el corazón predatorio.

¿A quién herir o matar?
Por mis campos van dos cómplices,
ambos mal acompañados.

EL TROPIEZO

De mañana de tarde
al caer de la noche
subiendo la colina
tropiezo en Dios.
Nada le pregunto.
Ninguna respuesta
en la hora espacial
que pasa en blanca luz
e incómoda claridad.
No voy para donde voy
ni vengo de donde vengo
cuando subo la colina
y sin ningún cansancio
alcanzo la pura altura
de amor y galaxia

EL TRAPICHE

Quieres que guarde para ti el rocío.

Mas cómo puedo guardar lo que se disuelve
al sol, como el viento, el amor y la muerte?
Cómo guardar los sueños que soñamos
al paso que caminamos despiertos
en lo oscuro y sin nadie a nuestro lado?
Y los susurros de labios encantados
en el otro lado del muro? Y la hierba que se
esparce
en la pista del aeropuerto? Y la mancha que
aparece
en la cáscara del mango maduro?
Cómo guardar la brisa sibilante
en el combés del navío? Y el vuelo del pájaro?
Y la barca abandonada que atraviesa el río
y para bajo la cubierta?
Cómo y por qué guardar un arreo herrumbroso
y la ceniza "de la hoguera"
y la lluvia que llovía y el viento que venteaba?
La nada guardaremos, nosotros que somos
el depósito de todo, el baúl y el trapiche.
El rocío; que es eterno, se evapora
llegada su hora Y nuestros sueños
nos guardan fielmente en sus sepulcros.

SER Y SABER

Veía el viento soplando
y la noche descendiendo.
Oía el grillo saltando
en la hierba estremecida.

Pisé el agua
más bella que la tierra.
Veía la flor abrirse
como se abre la ostra.

El día y la noche se unieron
para ungirme.
La unión de luz y sombra
abrazó mis sueños.

Veía la hormiga esconderse
en la ranura de la piedra.
Así se esconden los hombres
entre las palabras.

La belleza del mundo me sustenta.
Es el hermoso pan matinal
que la mano más humilde coloca
en la mesa que divide.

Jamás seré un extranjero.
No temo ningún exilio.
Cada palabra mia
es una patria secreta.

Soy todo lo que es partición
el trueno la claridad
los labios del mundo
todas las estrellas que desaparecen.

Sólo conozco el origen:
el agua negra que lame la tierra
y los cangrejos que me acechan
entre las raíces del mangle.

Sólo sé lo que no aprendí:
el viento que sopla
la lluvia que cae
y el amor.
(Traducción del escritor venezolano José Carlos de Nóbrega)
DOS CÓMPLICES DE CUIDADO. José Carlos De Nóbrega.

“Locura, s. Ese "don y divina facultad" cuya energía creadora y ordenadora inspira el espíritu del hombre, guía sus actos y adorna su vida”. Ambrose Bierce, Diccionario del Diablo.


Pedro Téllez y Slavko Zupcic pertenecen a una generación de escritores de Valencia que han escrutado la inasible y esquiva condición de la ciudad, atrapada entre la categoría nada cauterizante de la Valencianidad y su esencia caótica y heterogénea heredada en su deconstrucción urbanística y socioeconómica. Ambos, coincidencialmente, se han valido de la ironía y un aparente despropósito para exponer a la intemperie las miserias y las maravillas de Valencia, más allá de los fútiles agasajos relativos a sus cuatrocientos cincuenta años (importa más la tauromaquia y la música idiota -v.g. el canon de la estación Bonchona FM- que la literatura y la historia, así lo avala la voz quebrada de pregoneros y apologistas de la cultura oficial y goda). El discurso de la locura, de lo aleatorio y de lo discontinuo constituye una vía más auténtica y amorosa para aproximarnos a la ciudad. Nuestros artistas y escritores lo han demostrado de manera fehaciente: Vale más el ágape en el Hospital Psiquiátrico de Bárbula que el brindis en la convocatoria de las comparsas de los politicastros, mercaderes, poetas de pacotilla y oportunistas que aún hieren a la ciudad. A tal punto, es pertinente revisar la vida, las peripecias y la obra de artistas de la imagen y la palabra tales como Cristóbal Ruiz, Luis Augusto Núñez, un danzarín Taborda y el alucinado cronista hípico Moralito, entre otros marginados que son el sustrato del amasijo amorfo de nuestra cultura urbana.
Nos complace presentar los libros más recientes de este par de entrañables amigos: La Última Cena del Ensayo de Pedro Téllez y Máquinas que Cantan de Slavko Zupcic, textos que persisten en la auscultación paradójica de nuestro entorno. Del libro de Pedro, destacamos su regodeo en el riesgo, bordeando en un monociclo el precipicio y el acantilado que es la conformación de una poética del ensayo. Cuatro textos llevan a cabo tan elástico y escurridizo cometido: el que le da título al conjunto, referido a trece comensales, El Hípertexto y el Camaleón, Del Soliloquio al ensayo que resume el devenir del género en Valencia, y Bacon, Montaigne y la Jalea Real. El Ars Poética evidencia un divorcio del discurso académico, tomando partido por el reencuentro de la literatura y la vida en el asombro alucinatorio, el entusiasmo que desmitifica el escrupuloso laberinto intelectual que hace perder el camino en pos de la polifonía de adentro, incluso en los espasmos y desvaríos del alma. El acercamiento, o mejor aún, el acoso de la presa que es el ensayo tiende a lo multilateral y lo transgenérico: “horizonte jinetes enlazan al / tigre belleza en lo llano” (Del Proyecto de Cinco Poemas que Versen sobre la Cacería). La vinculación de la poesía y la filosofía patente en el discurso ensayístico, propuesta por Adorno, no padece –en este caso- el filtro de la mala lectura: “El ensayo es travesti: no olvidó el viejo sus dolosos artificios; transfigúrose sucesivamente en melenudo león, en dragón, en pantera y en corpulento jabalí; después se nos convirtió en agua líquida y hasta en árbol de excelsa copa. El alomorfismo, como ustedes saben, consiste en el cambio de formas según el medio, y sin abandonar la escritura ‘ensayística’. Hay algo más importante: el ensayo lleva ropas de otro género con el objeto principal de obtener excitación sexual”. No en balde su torcido sentido humorístico, lo cual lo emparenta con Ambrose Bierce, el aforismo se reconoce a sí mismo al retrotraer la poesía de William Blake: La Palabra forjó la “tremenda simetría” del Tigre y la “Suave vestimenta” del Cordero; el corazón depredador de uno se concilia y halla su complemento en la mansedumbre del otro. La brevedad y concisión del aforismo no es el aperitivo, sino el plato principal. El ensayo titulado Nanacinder (1954-1962). Revista Literaria. Una Fruta Tropical, publicado en La Tuna de Oro –el primer número de los tres que dirigí-, se me antoja un trabajo antológico en torno a la presentación de muchas de las magníficas antologías publicadas en Valencia (entre dichas colecciones, recordamos con gratitud Rostro y Poesía por Luis Alberto Angulo, Manual para una Cabra por Slavko Zupcic y Poetas Carabobeños –en cinco volúmenes- por el Departamento de Literatura de la UC a cargo de los poetas Reynaldo Pérez Só y Adhely Rivero). Constituye un agudo y benévolo portal a una antología de la revista Nanacinder que recogió la voz literaria de los pacientes del Psiquiátrico de Bárbula, amén de un elogio a la memoria del Doctor José Solanes, su indiscutible mentor. La colección de tan peculiares voces y la presentación misma de los textos, mutan en el dulce de lechosa que será el colofón del banquete al cual son llamados los lectores de este pequeño y gran libro.
Máquinas que Cantan de Slavko, es otro placentero hallazgo que hemos de compartir con sus posibles lectores. Confieso que su condición de libro de crónicas me confundió, pues pensé que era otro de sus estupendos volúmenes de cuentos. Peor aún, su lectura atenta confirmó mi primera impresión: El discurso coquetea primorosamente en la fusión seductora de ambos géneros: los personajes reales que deambularon por nuestra ciudad, se encuentran ennoblecidos por la atmósfera de la ficción. Al igual que los perros vikingos atacando a los trasnochados transeúntes de los alrededores del Teatro Municipal. La crónica es un pretexto intertextual que establece pasadizos y vasos comunicantes con sus otros libros: Dragi Sol (1989), Vinko Spolovtiva, ¿quién te mató? (1990) y 583104: pizzas pizzas pizzas (1995). Si bien no se explaya en las crónicas una tonalidad malsana, prevaricadora y escatológica como sí ocurre en la noveleta Barbie (1995), no se le da terreno ni cuartel al moralismo farisaico y fetichista de la "opinión pública” en Valencia, usurpada por el conservadurismo y/o el amarillismo de su discurso mediático. Las máquinas tragaperras y los remates de caballos son pasto del decadente oficio de la política en la ciudad. Bien sea en el fallido decomiso de unas máquinas cantarinas y comedoras de arepas por parte de un funcionario ultramontano; o en el debate estéril sobre el diezmo que hay que cobrar a los garitos de la ciudad, lo cual no ha afectado positivamente al sector cultural como todavía se propugna a punta de medias verdades. Este libro no pretende la arrogancia ni la ampulosidad de las obras mayores, por el contrario, se acerca de manera cómplice a los atribulados ciudadanos valencianos inmersos en la perenne Cosiata que ha significado la Administración Pública Regional y Municipal. Una de las bellas crónicas del libro, o puente narrativo que liga a su novela reciente Círculo Croata, es Valencia de San Desiderio, texto que tuve la fortuna de publicar en el último número de La Tuna de Oro que me correspondió dirigir. Nos conmueve y nos mueve a constituir una Cofradía del mártir San Desiderio, en el silencioso homenaje a su memoria, ante sus huesos que fueron a parar a “una de las capillas laterales del Santuario de María Auxiliadora, en la calle Anzoátegui del centro valenciano”. San Desiderio y su curador, el Padre Ricardo Alterio, dejan de ser personajes anónimos en nuestra ciudad por obra y gracia del cronista y el novelista, quienes resaltan: “No es pequeña entonces la deuda contraída por Valencia con San Desiderio –haber condenado al olvido los huesos de un lector de San Genaro es un despropósito que supera las creencias religiosas- y, para saldarla, cada vez que en adelante tenga que pronunciar el nombre de esta ciudad recordaré que no pertenece a ningún rey: se llama Valencia de San Desiderio”. El libro destila una ternura auténtica que se adhiere a la desilusión y, sin duda, al amor por una urbe inhóspita la mayoría de las veces, inédita y divertida en pequeños instantes que sin embargo nos la reivindican. Por ejemplo, en Vibonati, de Vicente Gerbasi, el cronista confunde en el solaz del recuerdo y de la poesía la estatua del Padre Pío con una inexistente de Vicente Gerbasi; se nubla la mirada del narrador en el viaje inverso que va de Canoabo a Vibonati.
Estos libros de Pedro y Slavko, a Dios Gracias o al jesuítico lema de a la Mayor Gloria del Criador, no fenecen en la moda de tratadistas, palangristas, cronistas y cuentacuentos que apoyan su precaria obra en los chismes, las falsas imposturas y las infidencias sin mediar los afectos ni los odios. Ambos recrean y reinventan la ciudad y sus temas de la misma forma que Cortázar en Silvia: la provocativa nínfula es una trampa que nos tiende la imaginación, revelada por niños implacables que desnudan nuestra condición de sonsos deslumbrados.


En Valencia de San Desiderio, a los diez días del mes de diciembre de 2005.

Friday, February 17, 2006

CRISTÓBAL RUIZ: LA CURADURÍA EBRIA EN "LA GUAIRITA".

Mi compadre Rodolfo Villena me había dicho que en el bar "La Guairita"( de Valencia, la de Venezuela) estaban exhibiendo una muestra pictórica de Cristóbal Ruiz. Postmortem, por supuesto (aunque quién sabe: es el pintor que hasta ahora ha muerto dos veces) . Por tal razón fuimos convocados Rodolfo, Geniber, Argenis y yo al bar-museo el día sábado 11 de febrero. No importan mucho los errores de la curaduría en tan peculiar espacio, mucho menos los desatinos ortográficos de los cartones que pretendían catalogar lo inclasificable: la salvaje y discontinua forma de disponer los elementos plásticos en el lienzo. Se nos antojaba, en muchos casos, la recreación futurista de un tiempo propio en un mundo aparte: la obra se divide en cuadros que recrean escenas simultáneamente, pedominando los verdes y los azules, los miembros sin coyunturas, las tetas asimétricas, las plumillas y los mosaicos multicolores. Quizá el gusto de Cristóbal por el piso de mosaico o, mejor aún, el tablero de ajedrez, no es más que una burla suya a la manipulación de los hombres en el devenir histórico por mezquinas y ruines razones.

Wednesday, February 15, 2006

BOMBONERA MACABRA.


Recibió un almibarado mensaje de texto alusivo al día de San Valentín. Ese mismísimo día había sido maltratado por la remitente cuando su relación fue condicionada a fuerza del capricho y la intolerancia. Compró un estuche de dulces y se dispuso a aliñarlos con "Campeón", un afamado raticida por obra y gracia del pregón de los buhoneros de la ciudad. ¡Qué falta de originalidad! La solución a su problema fue sugerida por una relectura de "Circe" de Julio Cortázar. Bien vale la pena, no importa ni el plagio ni la intertextualidad, sólo los espasmos estomacales consumiendo una estúpida vida.

Sunday, February 12, 2006

PERIPECIAS Y PIRUETAS

Luego de las arengas, las olas y los discursos, los funcionarios hicieron largas e informes colas bajo un sol oprobioso. Pese a ser de la misma especie y profesión, se enfrentaban los unos a los otros, mostrándose los dientes en la plenitud de desbocadas carreras hacia ninguna parte. Uno por uno eran estampados con el estigma azul y pálido en la frente. El sudor daba brillo al aire servil y por demás agradecido de sus rostros.

Valencia, 11 de febrero de 2006.

Thursday, February 09, 2006

LA CUENTÍSTICA MÁS RECIENTE DE ORLANDO CHIRINOS


Estimados internautas: Soy José Carlos De Nóbrega (Caracas, 1964), docente y escritor venezolano. He aquí este pretexto para tapar con ociosas palabras los boquetes que deja a su paso nuestro despropósito y desfachatez. Inmersos en un mundo mezquino, absurdo y ridículo, pero gratificante en su precariedad.


He aquí algunos de mis trabajos publicados en diversos espacios -virtuales y convencionales-:


LA CUENTÍSTICA MÁS RECIENTE DE ORLANDO CHIRINOS: ENTRE LA FALSIFICACIÓN LITERARIA Y LA APOLOGÍA A LA MARGINALIDAD.

La obra cuentística reciente de Orlando Chirinos (Maracaibo, 1944) significa un punto notable de inflexión en su escritura narrativa publicada a la fecha de la presente aproximación, sobre todo en el caso de los volúmenes titulados Mercurio y Otros Metales (1997) y Los Días Mayores (2005), los cuales se regodean en los motivos de la falsificación y parodia del discurso literario y la vindicación de los personajes marginales como héroes auténticos de una época finisecular que, cinco años después, seguimos viviendo y de la cual disertamos aún con volátil empecinamiento. Si bien tales temas han sido tocados por otros autores, etiquetados por la crítica con el blasón del Postboom, es harto destacable la personalidad vigorosa y generosa de Orlando Chirinos en su abordaje, amén de su estupenda factura técnica. Es innegable la depuración de fondo y forma del trabajo narrativo de Chirinos, el cual parte de su primer libro de cuentos, su conmovedora Última Luna en la Piel (1979), para luego pasar por el resto de su producción cuentística y novelística: las colecciones de relatos Oculta Memoria del Ángel (1985) y Pájaros de Mayo, su trueno verde (1989), además de las dos ya referidas que son materia de este ensayo, y las novelas En virtud de los favores recibidos (1987), Adiós gente del sur (1991), Imagen de la Bestia (1994) y Parte de Guerra (1998). La catedrática Ángela Romero Pérez (2000), de la Universidad de Salamanca, ratifica por qué es pertinente la lectura de la obra de Chirinos –de resonancias impertinentes e impenitentes para lectores poco atentos-, sin apelar a crípticos razonamientos académicos: “Hasta este punto hemos querido avanzar unos apuntes apenas retaceados, en realidad primeras impresiones de lectora vehemente, acerca de una obra recientemente descubierta y que esperamos tener la posibilidad de conocer en toda la profundidad que merece” (p. 10).
A continuación tenemos dos aproximaciones críticas y afectivas a la cuentística más reciente de Orlando Chirinos. La primera, una revisión y ampliación de una nota o recensión nuestra a Mercurio y Otros Metales, realizada en marzo de 1998 y que forma parte del libro Derivando a Valencia a la Deriva (2005); y la segunda, referida a su más reciente libro, Los Días Mayores (2005), publicado por Monte Ávila Latinoamericana.

1.- LA DANZA ASINCRÓNICA DE LA MARIONETA .

Cierta vez, Mario Vargas Llosa definió el arte narrativo como un streaptease a la inversa; el narrador se iba escondiendo a medida que transcurría el acto de vestirse. Otro narrador sostuvo que el mejor escritor es el que más miente, en una evidente referencia cruzada al aserto del hasta entonces novelista peruano. La escritura, en todas sus formas, consiste en revisitar las obsesiones, preocupaciones, vivencias y alucinaciones del autor respecto a sí mismo, al entorno que le comprime, y a la concepción del arte en tanto representación de su universo. Lo cual se realiza en la intermitencia, recogiendo y dispersando los pedazos, volviéndolos a reunir y luego a extraviar, remedo del mito de Sísifo; sólo que esta condena irá configurando, siempre y cuando los sentidos estén alerta, una propuesta escritural válida e intensa. En este caso, la mentira es una de sus aristas –bien significativa, por supuesto- de la ficción, no su excluyente misterio.
Este volumen de catorce cuentos (Mercurio y Otros Metales, Predios, Valencia, 1997) asemeja a un callejón sin salida, pues Orlando Chirinos llama la atención del lector dejando tras sí una serie de pistas falsas. La incomodidad y la confusión traerán consigo la curiosidad, luego la incertidumbre en cuanto a la lectura acertada de los textos irá de la angustia a la sonrisa compasiva, dada la tonalidad amena, festiva y humorística del libro. No se trata de hallar o descubrir la revelación que justifique y agote la obra entera del autor, más bien Chirinos busca capturar en su red ebria a todo aquel lector que le lea con mórbido placer, como lo cantara Serrat en Si la muerte pisa mi huerto. De lo contrario, todo esfuerzo interpretativo será en vano –también el narrador ha apostado a ello, el estrépito de una bomba caza-bobos-. El conjunto constituye el contralibro de los discursos profesorales y académicos. El llamado incumbe al homo ludens, en toda su torpeza, sofocado y ahogado hasta en el mero hecho de abrir la bragueta, apremiado por las punzantes ganas de orinar: se confundirán el alivio y la sensación mojada y caliente en una de sus piernas.
Los tres primeros relatos recrean una visión satírica y desenfadada del mundillo intelectual venezolano, precioso y ridículo; obnubilación cosmopolita que no es más que provincianismo burdísimo. Tanto Un respetable escritor inglés, desde el exilio como Respecto de un plagio del que he sido objeto, toman como pretexto temático la falsificación literaria, copiando a su vez una atmósfera borgiana con suma e irreverente afectación. La indagatoria trasciende el discurso chocante de la intelectualidad, pletórico de falso pluralismo y fáciles alusiones literarias, así como la ironía en tanto instrumento desmitificador. Nelson González Ortega (s/f) destaca una de las características de la escritura del Postboom que viene a cuento:
“1) Discurso crítico-literario. Presencia en las novelas (y cuentos) de discursos que comentan o parodian teorías críticas y movimientos literarios de este siglo. Por ejemplo, en Tenía los cabellos rojizos y se llamaba Sabina (1974) de la cubana Julieta Campos y en Cobra (1975) de Severo Sarduy se comentan conceptos feministas de Virginia Woolf como ‘la escritura femenina’; conceptos postestructuralistas de Roland Barthes como la noción de ‘el placer del texto’ y conceptos deconstruccionistas de Jacques Derrida como la "sustitución como técnica de desmontaje" y ‘la escritura y el problema de la representación’ ”.

El plagio y la impostura en la literatura constituyen el motivo y la técnica narrativa de la que se vale Chirinos, para parodiar –unas veces con suma dureza y otras con ternura- un mundo intelectual aislado en una isla desconectada (a su vez) del continente de la cotidianidad del hombre de a pie. T.J. Sullivan se metamorfosea y mimetiza en su propia impostura y equívoco, escribe a distancia usurpando textos ajenos, reflejándose en la ira y la postiza indignación de Louis Broubuillion. Detrás de esta inconsistente tramoya que molesta e importuna, en un primer momento, nuestra sensibilidad, Chirinos traza el corpus narrativo jugando con la intertextualidad, manipulando con destreza y madurez el tantas veces mentado y pervertido discurso metaficcional: el puzzle se descompone y recompone en la convergencia y el desencuentro tanto de personajes y situaciones, del apego y la repulsión que mueven y conmocionan al creador. En el texto El sacratísimo desamparo de los héroes, hace desfilar sobre la cubierta de una alocada embarcación, de proa a popa, una comparsa de personajes que conocemos muy bien, convocados en una absurda peregrinación: en pos de la idolatría solemne del quehacer artístico per se, tan artera al igual que el plagio de Javier Vidal respecto al libro Performance Art de R. Golberg, consternación y litigio incluidos. Nos recuerda, a modo de guiño cómplice, el desparpajo y la ternura agria del Fellini de Prueba de Orquesta y E la nave va. Sin embargo, la tripulación está muy cerca de los afectos del autor:
“De allí que José Pulido en El sacratísimo desamparo de los héroes es ‘conocido entre sus íntimos como Joe Century, por una evidente y confesada manía o aberración por seducir y llevar a la cama a mujeres que estuviesen más allá de los cien años de edad’ ” (Alfonzo, 1998: p. 7; citando a Chirinos, 1997: p.29). En el mismo relato de corte felliniano, se transfiguran amigos y escritores tales como Tito Núñez Silva, Laura Antillano y Alejandro Oliveros. El primero en un vil plagiario, la segunda en una lujuriosa monja descalza, y el tercero como un capitán extraviado en la calma chicha que profetiza naufragio en la niebla y el vaho etílicos. Los datos autobiográficos y las alusiones a sus amigos más amados, no son más que un pretexto para extraviar los análisis descabellados y desencaminados de cierta crítica reñida con el placer implícito en la lectura y la reescritura del texto literario. Rafael José Alfonzo (1998) lo apunta con seguridad y certidumbre –sí, en la impostora, aleatoria y azarosa estructura del texto narrativo-:
“(...) Chirinos en el proceso genético del relato satiriza realidad y discurso, crea el doble juego en sus diversas referencias, y escenifica con provocadora mordacidad una galería de entes literarios, que como tales, proceden de nuestro ámbito cultural. Es así, como aparecen con sus contexturas trastocadas, en este relato (Un respetable escritor inglés desde el exilio), Lydda Franco Faría (Lydda Josephine Cole Gaarefix o Frank), Tito Núñez (Tito Núñez Súlinar), Secundino Urbina, entre otros. A todos ellos se le ha ido creando una biografía imaginaria en la mayoría de los relatos que impregnan el libro” (p. 4).

No obstante la audacia y el ilusorio despropósito del cual hace gala Chirinos en dichos cuentos, interpola a continuación un puente colgante de cuatro textos, ligados a motivos y temas desarrollados en libros anteriores como Última Luna en la Piel y En Virtud de los Favores Recibidos. Tenemos dos de ellos, Corazón de acero y Noviembre con relámpago en los ojos, en los cuales prevalece la excitante imaginería de la infancia en su carísimo ámbito, el Falcón de su crianza y pertenencia, siendo el habla de la tierra centro e instrumento del tratamiento lírico del lenguaje. El mismo autor así lo declaró en una entrevista a Maritza Jiménez (1987): “En los arcaísmos escucho otros modos del cielo”. Lo cual se intensifica en Señor de perdido encantamiento, el habla coloquial y rural se refunde en el anacronismo castizo de los conquistadores, la lengua intenta conjurar y hallar la contra a las fuerzas perversas que nos agobian y perturban, en la rebatiña de los gallinazos esparciendo los despojos. Chirinos, más allá de la diabólica anécdota, precisa que “Lo que me interesaba era rendir reconocimiento a esa gente de la serranía que todavía utiliza arcaísmos como truje por traje” (Jiménez, 1987).
En los últimos siete relatos, Chirinos retoma las andanzas y travesuras del inicio. En La estimable confianza de la sombra, el personaje protagonista, Grandpholius Walter Benjamin Senior, vive su atribulación y desmembración interna perdida la senda en el influjo de La noche boca arriba de Julio Cortázar, la alienación literaria como vestimenta prestada; Chirinos atina nuevamente, pues lo que pudiera considerarse un obsceno plagio, muta en la consideración de lo que llamó Harold Bloom “la angustia de las influencias” (es harto destacable la confusión adrede de Cortázar con el Oliveira de Rayuela, así como también cambiar el nombre de sus cuentos, por ejemplo decir “Leticia” en vez de “Silvia”). O el juego o comedia de las equivocaciones patente en La segunda copia del informe Mc Bride, del pastiche no se infiere la resolución del misterio allí planteado. El humor se hace bien agudo en Los corteses señores de aristocráticas maneras y Última Ratio, Sociedad Anónima, los cuales establecen vasos comunicantes con los tres primeros relatos del libro ya comentados: la intelectualidad como inquisidor y verdugo, la indignidad e inocuidad del “seguir permitiendo que se le utilice como perchero, como portero del baño de damas o como blanco para el lanzamiento de dardos, indistintamente, en las fiestas a las que es dado en préstamo por el jefe” (Chirinos, 1997: p. 111), bien sea el CONAC, el Ministerio de Relaciones Exteriores o la Universidad Pública. Ni siquiera este libro se libra de sí mismo, pues en La concluida luz de una ventana, Chirinos convierte su propio proyecto en una revisión del relato La isla al mediodía del mismo Cortázar, contraposición del tono borgiano de los tres primeros cuentos, distrayendo e impacientando a los lectores a través de la alteración misma de los títulos de los cuentos leídos con anterioridad. Desdice entonces la predilección de Borges por los laberintos, las imposturas, la recensión de textos imaginarios. Constituye un divertidísimo e impenitente Cul de Sac, lo cual nos retrotrae al Nabokov de Lolita, Desesperación y Pálido Fuego: la fragmentación de la voz narrativa en correspondencia con la multiplicidad de nuestros “yoes”, nuestro cielo e infierno terrenos como lo definió Tolstoi brillantemente.

2.- ELOGIO DE UN LEÓN AFEITADO AL AUTOR DE LOS DÍAS MAYORES:
APOLOGÍA A LAS FIESTAS MACABRAS.

“Cuando me muera levanten / una cruz de marihuana / con diez botellas de pino y diez barajas clavadas / (...) / En mi caja de la fina / mis metrallas de tesoros”.
Cruz de Marihuana, track 14 del CD Más Corridos Prohibidos, vol. 2.

La violencia en América Latina va más allá de toda coyuntura: Responde a un mal de índole estructural, valga lo repetido y lo desvencijado del término, que se escurre de nuestros cerros y urbanizaciones a la par del torrente que hermana en estulticia a las aguas servidas (¿a dónde, pues?) y a la sangre de trabajadores, desempleados, malandros y policías que desembocará (encunetándose y enrareciéndose) en los espacios estridentistas y amarillistas de diarios, radios y televisoras. Lamentablemente, los medios se han limitado a ser una ruidosa caja de resonancia, de la cual no se obtienen ni algunas soluciones posibles a tal problemática, mucho menos un cambio significativo del paradigma económico, político, cultural y social que empobrece a la mayoría de los latinoamericanos. El cineasta brasileño Glauber Rocha indaga en sus posibles causas:
“El hambre del latinoamericano no es sólo un síntoma alarmante de pobreza social, sino la esencia misma de la sociedad. Así, nuestra cultura la podemos definir como una cultura del hambre. Ahí reside la originalidad del Cinema Nôvo en relación con el cine mundial. Nuestra originalidad es nuestra hambre, nuestra miseria, sentida pero no compartida. No obstante, nosotros la comprendemos: sabemos que su eliminación no depende de programas técnicamente elaborados, sino de la secularización del hambre que, al minar las estructuras, las supere cualitativamente. La más auténtica manifestación del hambre es la violencia” (Gubern, 1973: Pp. 126-127).

No es, entonces, un desperdicio abordar tales temas en la literatura. Por supuesto, sin resbalar en el cadáver exquisito hasta el hartazgo de la propaganda consolatoria de cierta izquierda (Lina Ron y Mario Silva rasgando la catódica pantalla con oxidadas hojillas), ni mucho menos fallar en la visión rococó, de narices respingadas y empolvadas en talco o rapé, de espontáneos (y) teóricos de la comunicación como es el caso clásico de Marta Colomina. ¿Quién duda de la violenta y estética coreografía de aqueos y troyanos en el teatro de operaciones que es Troya?; sólo voces agoreras afónicas en la ignorancia, el moralismo y la intolerancia. ¿O de estos contundentes versos de la tradición maya, en los que suceden la danza, las vueltas y el canto del arquero flechador en pleno sacrificio de un “hombre joven, virgen / inmaculado” ?:
“Da la primera, a la segunda
toma tu arco, ponle la flecha,
apúntale al pecho, no es necesaria
toda tu fuerza
para asaetearlo, para no
herirlo profundamente en sus carnes,
para que sufra un poquito,
así lo quiso el dios
Bello Señor”. (Rodríguez Carucci, 1992: Pp. 23-24).

Asimismo, manifestaciones de la música popular latinoamericana como el narcocorrido y el rap mezclado con el merengue y la salsa, desarrollan una épica marginal y finisecular que integra en un santoral o corte malandra a delincuentes, ñángaras, asesinos, ladrones y narcotraficantes, como respuesta intrépida a las dolencias físicas y espirituales, las ingentes necesidades económicas y las frustraciones de las clases más desposeídas, sobre todo el lúmpen-proletariado. Autores como Fernando Vallejo dan testimonios de ello en la intermitencia y fragmentación del discurso literario que descree de los paraísos terrenales forjados por la vocinglería mediocre de los partidos políticos. En el caso del narrador colombiano, especialmente en su novela La Virgen de los Sicarios (1994), el discurso hiperrealista - cónsono con una crítica implacable de lo postmoderno - esboza cruentos trazos del alucinado avispero homicida y suicida que es la ciudad de Medellín. La voz narrativa susurra palabras de amor a su sicario o gamín, para repentinamente estallar electrocutando la imagen y la voz bogotana de César Gaviria, a fuerza de una voluntad y de un pensamiento reaccionario revolcados en los camastros de casas de amigos, apartamentos vacíos y cuartos de hotel.
Sin embargo, a pesar de la contrariedad y la calamidad a la que nos somete el mundo (la vista a los lados y en el suelo - jamás en dirección al cielo -, el miedo y la desconfianza tratando de adelantarse en estrepitosa carrera bajo el acoso de las tinieblas), libros maravillosos nos pillan y encantan en la desoladora encrucijada de la desilusión. Es el caso de Los Días Mayores (2005) de Orlando Chirinos, su más reciente colección de cuentos. Luego de su plácida y sorprendente lectura, se nos antoja uno de los libros que desearíamos escribir alguna vez, tal como nos ocurrió veinte años atrás con la disparatada novela picaresca La Conjura de los Necios (1985) del malogrado y olvidado John Kennedy Toole. No es casual mencionar ambas obras al punto, pues se adentran en los arrabales y los bajos fondos de ciudades disímiles tales como Valencia y New Orleans; además de compartir una atmósfera hiperbólica, desgarradora e irónica que aprehende con pezuñas mugrientas el entorno de la marginalidad económica, social, cultural y vivencial de urbes descoyuntadas por ángeles burlones e impíos.
Magalys Caraballo, en la presentación del libro en la UPEL de Maracay, observó atinadamente la cualidad transgenérica de su discurso narrativo: Más que magnífica reunión de cuentos que bordean la maestría, simula una estructura cuasi novelística, de la cual el primer relato constituye la piedra de ángulo. Efectivamente, el pícnico superhéroe desdibujado en su tránsito accidentado y tragicómico por la ciudad, acometiendo su sacrosanta misión cada vez con mayor dificultad, visita un extraño museo que le distraía y conmovía la ya erosionada capacidad de asombro –recordemos que Superman pertenece a un Olimpo Post-industrial, no en balde su condición épica y mítica-:
“Entre una incursión y otra sobre la ciudad, se concedía licencia para bajar al museo y allí se maravillaba cada vez más de las perversiones de aquella raza de mestizos deslenguados y alborotadores. Se detenía con especial atención en la momia de un general que en un hecho fortuito había sido degollado por su barbero de confianza pero que, cosa extraña, había continuado con su vida habitual durante larguísimos años, hasta fallecer de muerte natural, y en su cama. Así mismo, mostraban las armas y los utensilios del caso de un joven asesino, quien había sido tiroteado y muerto (al parecer de manera afrentosa) por la policía, y que fue sepultado tras varios días de brindis y banquetes en su honor; la aberración de una pareja perecida mientras fornicaban en el mar (...); la media metamorfosis de un hombre en un saurio descomunal, humano de la cabeza hasta la cintura, y de ahí hacia abajo con la corporeidad de un cocodrilo (...). Y, por último, la ‘mascota’ del museo: un cadáver bicentenario, al que había de someter de forma periódica a mantenimiento pues le continuaron creciendo el pelo y las uñas después de fallecido, así como cambiarle la ropa, ya que nadie entendía cómo pasaba, pero la momia seguía vaciándose de sus excretas como si tal” (Chirinos, 2005: Pp. 9-10).

Tal museo -de índole circense, si se quiere- no sólo compendia las anécdotas insertas en la mayoría de los cuentos del volumen, sino que representa la metaforización de la deconstrucción de su hilo narrativo, hasta el punto de establecer vasos comunicantes entre sí. La estructura novelística de este libro de cuentos, equivale a la novela de noveletas que es Sefarad (2001) del español Antonio Muñoz Molina; no es casual tampoco que este último título se refiera a la marginalidad patente en la exclusión por la intolerancia religiosa, racial y política, amén de sus virtudes discursivas que exceden los artificiales límites impuestos a los géneros literarios. El museo puede ser una aparatosa pirámide en la cual se guarda, en el celo de las maldiciones, las trampas mortales y los pasadizos postizos, el cadáver del texto narrativo convencional, previsible y esclerotizado, materializado en su antípoda llagada en digresiones. Magalys Caraballo (2000), presentando esta vez la novela En virtud de los favores recibidos, resume la actitud escritural de Orlando Chirinos:

Es “la intencionalidad de un escritor comprometido directa e indirectamente con las técnicas narrativas de la novela finisecular, en la que el narrador se asume como el artífice de un mundo ficcional fragmentado que construye cuando asume la función lingüística de la enunciación narrativa para relacionarse, simularse o espejarse en los demás elementos ficticios que conforman el espacio textual” (p. 1).

La técnica narrativa va aparejada al tratamiento del tema que es la apología a la marginalidad. Si revisamos los relatos Sagrado vino de los dioses y Cegato como Homero, por un lado, y los titulados Cuando estés en tu reino, Mismísimo Dios y Polifemo en los ojos, por otro lado, se constatará la deificación del antihéroe en las figuras opuestas y complementarias del asesino y el ñángara respectivamente. En el primero de los apartados, el asesino es homenajeado en su funeral casi a la usanza de los paladines aqueos o troyanos, mediado y logrado el efecto intertextual, sólo que tal vindicación es adobada en la oral lengua entrecortada y fragmentada de la turba hamponil:
“(...) El vidrio agarrando y abrazando, el esquelético, brindando por Héctor, que ¡juelasantísimaputa! iban a pagar bien caro el hueco en los tendones de ambos pies, los doce días de sol y polvo, por Armando, la injuria, el vejamen, por Héctorarmando, las vueltas y la huida alrededor de la ciudad, disparando, correr-correr, tiroteando, huir-huir, el acosamiento, el arrastramiento, por Héctor Armando Cintavalle Moro” (Chirinos, 2005: p. 24).

Las crónicas musicales de Colón y Lavoe sobre la Calle Luna, Calle Sol, la acongojada y vengativa redacción de los obituarios, amén de la hiperbólica atmósfera de las crónicas rojas, impregnan la rudísima y artística atmósfera de esos dos relatos. Se encienden cirios y se musitan plegarias por la santa memoria de El Negro Antonio y El Currutaco, héroes verdaderos a la hora de las tertulias en los bares del sur de Valencia. El segundo grupo de cuentos o tríada macabra se refiere a una misma orgía de sangre: presos comunes y ñángaras torturados y sodomizados por verdes milicos en un botiquín de mala muerte. Las voces narrativas, en todos y cada uno de los relatos, se abalanzan sobre el hecho en un fuego cruzado de forma triangular: el narrador omnisciente recrea en Cuando estés en tu reino la cruxifición de Cristo y los dos ladrones, encarnados en el prisionero político y los delincuentes comunes, apelando al recurso de la transfiguración ficcional tal como lo hace Borges en el cuento El Evangelio de Mateo. En Mismísimo Dios, el guardia identificado como el hijo de Florentino y Dioselina, nos refiere una versión típica del narrador testigo pasivo, sazonada por las trompetas y los redoblantes que anuncian el juicio final:
“Yo recuerdo esas vainas y me avergüenzo por ellos, porque lo que hice fue quedarme plantado con la boca abierta, viendo cómo puede caber tanta maldad en una persona, y cagarme de susto cuando vi que la noche se vino de repente, en medio de ese sol tan arrecho que estaba un ratico antes en el cielo, y los relámpagos más los truenos y aquel diluvio que se nos vino encima, como si deseara aplastarnos contra el suelo, por las barbaridades cometidas en esa llanura” (Chirinos, 2005: p. 105).

Polifemo en los ojos tiene como voz narrativa la de un homosexual tetón, novio del tuerto barman que sodomizó a una de las víctimas. La transparencia del discurso es equiparable a la del Diario del Ladrón de Jean Genet, texto paradigmático de la marginalidad que habita en las sucias calles, los oprobiosos pabellones de las cárceles e, incluso, en un vulgar pero fetichizado tubo de vaselina. La palabra se enseñorea de tan sórdidos ambientes en la oralidad, la multiplicidad y la fragmentación de los puntos de vista narrativos, hasta trascender el límite que va de la enunciación misma al objeto enunciado, confundiéndose en la niquelada apariencia de una nueve milímetros:
“Una mar de gente iba y regresaba
de la sala y de los cuartos de la
suciedad pestilente que se
había acumulado
en los retretes
de la calle de.” (Chirinos, 2005: p. 29).

El libro conforma un caligrama terrorista que se compadece tanto de las víctimas como de los victimarios, en la recreación poética y –por qué no- sublime de la violencia, tal como se demuestra en la cámara lenta de Los Gansos Salvajes de Sam Peckimpack o en la maravillosa pericia narrativa de Quentin Tarantino en Pulp Fiction. Sólo le resta manifestar a este león afeitado y mimetizado en la solazadora lectura del libro, el agradecimiento a Orlando Chirinos por su generosidad sin par.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Alfonzo, Rafael José (1998). El Orden Secreto en “Mercurio y otros metales”. Trujillo: Trabajo mimeografiado.
Caraballo, Magalys (2000). “En virtud de los favores recibidos”: Voces para construir personajes. Maracay: Trabajo mimeografiado.
Chirinos, Orlando (1997). Mercurio y otros metales. Valencia, Venezuela: Predios.
Chirinos, Orlando (2005). Los Días Mayores. Caracas: Monte Ávila.
De Nóbrega, José Carlos (2005). Derivando a Valencia a la Deriva. Caracas: Libro a ser publicado próximamente por el Ministerio de la Cultura.
González Ortega, Nelson (s/f). La Novela Latinoamericana de Fines del Siglo XX: 1967-1999. Hacia una tipología de sus discursos. http://www.hf.uio.no/ilos/studier/fleksibel/spansk/emne/spa1301/textos/sem/nelsonmoderna.doc.
Gubern, Román (1973). Cine Contemporáneo. Barcelona, España: Salvat.
Jiménez, Maritza (1987). En los arcaísmos escucho otro modo del cielo. Diario El Nacional, Caracas, 1-11-87.
Rodríguez Carucci (1992). Antología de la Poesía Antigua de América. Valencia, Venezuela: Universidad de Carabobo.
Romero Pérez, Ángela (2000). Un eco creativo que traspasa fronteras. Salamanca: Trabajo mimeografiado.

Sumario. Educomanía. Revista "Poesía"
Revista "Poesía" de Venezuela: Aproximación al amparo de la estridencia

José Carlos De Nóbrega

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José Carlos De Nóbrega (Caracas, Venezuela, 1964). Es Licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura, de la Universidad de Carabobo. Dirige la revista "La Tuna de Oro", además de formar parte de la redacción de la revista "Poesía", ambas publicaciones del Departamento de Literatura de la referida universidad. Ha publicado dos libros de ensayo: "Sucre, una lectura posible" y "Textos de la Prisa". Dicta el Seminario de Ensayo, niveles I y II, en el Departamento de Literatura de la Universidad de Carabobo. Es colaborador en las revistas Predios, Laberinto de Papel, el semanario Tiempo Universitario y de las páginas web de Códice y Rasmia.