Tuesday, April 20, 2010

UNA BREVE APROXIMACIÓN A MANUEL BANDEIRA. José Carlos De Nóbrega


UNA BREVE APROXIMACIÓN A MANUEL BANDEIRA

José Carlos De Nóbrega (texto y traducción)


El poeta Manuel Bandeira (Recife, Pernambuco, 1886-Rio de Janeiro, 1968), quien abriría la Semana de Arte Moderno en 1922 con su poema Os Sapos –leído por el también poeta Ronald de Carvalho-, es considerado un postmodernista por Izacyl Guimarâes Ferreira, sólo que despojado del radicalismo de Mário y Oswald de Andrade. No creía pertinente la virulencia antiparnasiana y antisimbolista típica del movimiento modernista en sus inicios; en sus primeros poemarios La ceniza de las horas (1917) y Carnaval (1919) subyace una deuda estética respecto al postsimbolismo, no en balde su cada vez mayor cercanía al sesgo coloquial y versolibrista modernista. En el referido poema que inauguró la insurrección modernista en Sâo Paulo, los sapos pasatistas y parnasianos croan su decimonónica ars poética en un contrapunteo uniforme -¿monocorde en lo métrico y lo musical?- que raya en la humorada:

El sapo-tonelero,
Parnasiano aguado,
Dice: - “Mi cancionero
Es bien martillado.

¡Veda como primo
En comer los hiatos!
¡Qué arte! Y nunca rimo
Los términos cognados.

Mi verso es bueno
Trigo sin cizaña.
Hago rimas con
Consonantes de apoyo.

Hace cincuenta años
Que les di la norma:
Reduce sin daños
Las formas la forma.

Clame la grey anfibia
En críticas sépticas:
No hay más poesía,
Mas hay artes poéticas...”

Sin duda, Manuel Bandeira es una de las voces poéticas más notables del continente –muy a pesar del sorprendente juicio de Jaime Tello (1983) en la Introducción a la antología Cuatro Siglos de Poesía Brasileña: “No hay en Brasil poetas comparables a Neruda, Huidobro, León de Grieff, Xavier Villaurrutia u Octavio Paz” (p. XII)-. El ensayista venezolano Mariano Picón Salas se expresó con más generosidad y tino respecto a la obra poética de Bandeira:


“Si esta poesía se expresa en uno de los más ágiles e invencioneros lenguajes poéticos que se hayan escrito en América, en un verso capaz de toda audacia, más allá del hechizo de la palabra, alienta su íntegro amor humano, su compresión de lo pequeño, olvidado y humilde, y aquel juego sonriente de ironía y piedad con que conjura los lances trágicos de toda existencia. Apuesta ganada a la muerte, y en el que la vida vuelve a emerger luminosa y tolerante (...) Aquel poeta, enfermo en un sanatorio, que se preparaba a morir en 1912, y que ha llegado tan sano a la unánime admiración de sus contemporáneos de 1958” (en Hermes Vargas, 1997: páginas 16-17).

El discurso de Bandeira toma relieve en un tono conversado que reivindica la sencillez y no la ramplonería, el dinamismo rítmico y no la monotonía musical de tenor declamatorio, afirmándose en un novedoso tratamiento de los temas y la proposición de medios inmediatos como la apelación a la crónica periodística para aproximarnos de guisa comprometida tanto al hombre de a pie como a una concepción descarnada del oficio poético. Bien lo machacaba el poeta brasileño Armindo Trevisan (2000) en su esclarecedor y enternecedor ensayo Poesia e Mensagem Social: “Condición imprescindible para hacer poesía social: el humor”. Leamos, por ejemplo:

NEOLOGISMO

Beso poco, hablo aún menos.
Mas invento palabras
Que traducen la ternura más honda
Y más cotidiana.
Inventé, por ejemplo, el verbo te adorar.
Intransitivo.
Teadoro, Teodora.


O también:

POEMA EXTRAÍDO DE UNA NOTICIA DE DIARIO
Joâo Gostoso era cargador de mercado libre y moraba en un cerro de Babilonia
/en una barraca sin número
Una noche él llegó al bar Veinte de Noviembre
Bebió
Cantó
Danzó
Después se tiró en la laguna Rodrigo de Freitas y murió ahogado.
(Bandeira, Manuel y otros, 1979: p. 59; la traducción es nuestra).

Al igual que poetas como Carlos Drummond de Andrade, su poesía no rehuyó la preocupación por configurar un ars poética personal, libre de toda preceptiva convencional y sobre todo de cierta arrogancia teórico-ideológica. Si revisamos textos como Poética y Nueva Poética, se restablece una oposición denodada contra una poesía apolínea, sosa y académica; el arte poético no puede ser más que un canto libertario y sediento por la vida, con la muerte pisándole los talones (recordemos que el poeta superó la tuberculosis, enfermedad que le permitió el exilio –físico y de extrañamiento espiritual- y el confinamiento en el sanatorio de Clavadel –Suiza, 1913- en donde dialogó y compartió con pacientes tales como Paul Eluard, Gala y Picker). Observemos un fragmento del primero y la totalidad del segundo, los cuales hablan sin cortapisas:

Abajo los puristas
Todas las palabras sobre todo los barbarismos universales
Todas las construcciones sobre todo las sintaxis de excepción
Todos los ritmos sobre todo los innumerables

Estoy harto del lirismo enamorador
Político
Raquítico
Sifilítico
De todo lirismo que capitula a lo que quiere que sea fuera de sí mismo.

De resto no es lirismo
Será contabilidad tabla de cosenos secretario del amante ejemplar
[con cien modelos de cartas y las
[diferentes maneras de agradar a las
[mujeres etc.

Quiero antes el lirismo de los locos
El lirismo de los borrachos
El lirismo difícil y punzante de los ebrios
El lirismo de los clowns de Shakespeare

- No quiero saber más del lirismo que no es liberación.


He aquí una visión dionisíaca del quehacer poético que pudiera asumirse como una acepción adicional al Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce:

NUEVA POÉTICA

Voy a lanzar la teoría del poeta sórdido.
Poeta sórdido:
Aquel en cuya poesía hay una marca sucia de la vida.
Va un sujeto,
Sale un sujeto de casa con la ropa blanca bien planchada, y en la primera esquina
/pasa un camión, le salpica el paltó y el pantalón
/de una mancha de barro:

Es la vida.

El poema debe ser como la mancha en la ropa:
Hacer que el lector se entregue a la desesperación.

Sé que la poesía es también llovizna.
Mas ésta baña a las niñas, las estrellas alfas, las vírgenes cien por ciento y
/las amadas que envejecerán sin maldad.

(Bandeira, Manuel y otros, 1979: páginas 68-69; la traducción es nuestra).

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