Saturday, August 07, 2010

MANUEL DA SILVA O EL CROAR DEL DECIR POÉTICO (SC8). José Carlos De Nóbrega


MANUEL DA SILVA O EL CROAR DEL DECIR POÉTICO
José Carlos De Nóbrega


Clame a saparia
Em críticas céticas:
Nâo há mais poesia,
Mas há artes poéticas…

Manuel Bandeira.

El Libro del Sapo es el segundo poemario del poeta cojedeño Manuel Da Silva, si bien en su corpus tan sólo se menciona dos veces al anfibio, el elemento discursivo fundamental es un conmovedor croar del decir poético. Nos había complacido sobremanera su primera entrega poética, Inventario de Silencios (2008), que logra una extraña mixtura de las imágenes surrealistas y minimalistas en un discurso sencillo, contundente y despojado de los artificios barrocos del estilo (revisemos por ejemplo el tríptico titulado A René Magritte, con sus ataúdes y pájaros degollados). Esta poética colección batracia nos retrotrae la lluvia de sapos que embarga a los personajes disociados y desolados del film Magnolia de Paul Thomas Anderson, además de dos grandes poemas de un tocayo suyo, Manuel Bandeira, Os Sapos y Sapo-Cururu: coinciden ambos Manueles en que la poesía admite espontáneamente la lúdica reflexión comprimida en el Ars Poética y la compulsión crítica por el entorno cotidiano. Si Bandeira despedaza el mezquino y vertical discurso del poder (Sapo-cururu / Da barriga inchada. / Vote! Brimca com ele… / Sapo-cururu é senador da República), Da Silva escupe a la cara del imperio religioso por vía de un punzante aforismo que lo emparenta con Cioran (¿A dios le pertenecen / Nuestras iglesias / Bañadas en sangre?). Sin alusiones de hiperbólico regionalismo, encontramos la interiorización del paisaje llanero tal cual la heredamos de Enriqueta Arvelo Larriva, de donde la brisa y la lluvia implican el contrapunteo y la conversa en una lengua extraordinaria:


amo este llano
así como amé
los desiertos
los aguaceros
los cuentos que aún resuenan
en las coplas y las décimas de los ancianos
de antes que los padres de sus padres
huesos choncando, a mis espaldas,
el viento engañándonos
bolas ardientes de la noche
que corren gritando
por los polvorientos caminos
lo que el arpa no se atreve a contar
ni acompañada por el cuatro y las maracas


El carácter universal de la poesía jamás está reñido con la devoción del decir por la tierra y la patria, va a contracorriente de las babosadas cosmopolitas de los infelices académicos yacentes en sepulcros blanqueados. La cotidianidad es apropiada por la voz poética sin pretensiones de alto vuelo estilístico, las imágenes que se forja apuestan a la cruenta mirada infantil que nos sugiere Luis Buñuel en sus películas mexicanas: No nos topamos con los arrebolados cielos de Gabriel Figueroa, sino con los peladeros de chivo andados por los burros, los campesinos, los comisarios y los perros vikingos:

Ellos

Calman su sed bajo la lluvia de mayo
Entre procesiones y velorios
y el silencio que les habita
hasta el mismo dios
teme ...
Esa contemplación sensual del entorno y la cotidianidad no excluye las amorosas referencias a autores que dignifican la lengua de los hombres, tenemos por ejemplo a Jorge Luis Borges domando la exquisita simetría del tigre, para quebrantar el oprobioso tiempo que pretende depreciar la humanidad hasta las astillas. O la mirada asombrosa que tributa Homero a Troya, ámbito poético que nos empalma con Michelena, localidad natal de Pérez Jiménez, en donde se celebró la caída de la dictadura con sus caballos envueltos en fuego, terrorista metáfora galopante del resentimiento adeco. En síntesis, recomendamos la lectura y el goce de este excelente libro, tendidos en la tierra como los silenciosos caracoles de Lêdo Ivo que aterran a los hombres con su perfecta indiferencia.

En Valencia de San Desiderio, sábado 7 de agosto de 2010.

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