Wednesday, May 11, 2011

JORGE DE AMORIM: LA EMBRIAGUEZ DE LAS VELOCES FLAUTAS. José Carlos De Nóbrega




JORGE DE AMORIM: LA EMBRIAGUEZ DE LAS VELOCES FLAUTAS
José Carlos De Nóbrega

La morada, esa residencia estricta, mágica y ardiente que es el poema mismo. Jorge de Amorim.
Más letal tal vez en esto que la filosofía, (la poesía) no quiso aceptar consuelo alguno y escarbó, escarbó en el misterio. Su única cura estaba en la contemplación de la propia herida y, tal vez, en herirse más y más. María Zambrano.

Resulta paradójico que tengamos pocas referencias inmediatas a la obra poética de Jorge de Amorim, muy a pesar de su brillantez, su deliciosa musicalidad y los afectos que toda ella despierta. Recordamos seis poemas suyos publicados en la revista “Poesía” (nº 58, octubre de 1981) y unas palabras generosas a propósito de la presentación o, mejor aún, el bautizo triple –en agua, fuego y sangre- del poemario “En sol de sed” de Adhely Rivero (revista “La Tuna de Oro”, noviembre-diciembre 1990). En Internet, apenas nos topamos con una nota de pesar por el fallecimiento de Manuel Álves de Oliveira (1928-2011), publicada en el sitial de “Correio de Venezuela”. A contracorriente de la intromisión mediática, Jorge de Amorim puede dar fe de ello, pues estuvo en el sepelio conversando con Eugenio Montejo y Ricardo Reis. Por supuesto, recientemente leímos un amoroso texto transgenérico de Juan Medina Figueredo que fusiona el ensayo, la antología poética y la literatura epistolar: Jorge de Amorim es un navegante de la tradición de Enrique El Navegante, Fernando de Magallanes, Vaz de Camoens y Fernando Pessoa. Se trata del capítulo IX, “El Lenguaje y la Poesía”, de su Libro Comuna “Siglo XXI. Educación y Revolución”, en el que se escenifica un Té para Tres Poetas: Julio Escalona, Eugenio Montejo y un Jorge de Amorim que pospone la timidez y el silencio.



El rey Alfonso X, El Sabio, desarrolló su discurso político y jurídico en castellano, mientras que la poesía se balanceaba en la ternura musical del galaico-portugués. Siete siglos después, Jorge de Amorim compone su poesía en portugués y español con una rigurosa conciencia compulsiva de las palabras: AS PALAVRAS: Irmâs nossas.// Bondosos rostos asoman, / detrás do muro das coisas. El poema breve, tríada de versos esta vez, es una aproximación precisa y sentida al mundo que desdice despropósitos retóricos. La poesía, sin deponer su esencia dialéctica, nos arrebata en un Estado de Gracia que colinda con la revelación y el placer: Es el camino estético y crítico que triza mercados de vida ultraterrena y, al punto, de chatura consistencia materialista que se centran en la consumición del fetiche. Coincidimos nuevamente con el poeta Medina: La etimología del portugués, del galaico portugués y del castellano, con secas pero vivas raíces latinas, se convirtió en su delirio. Asimismo con María Zambrano, cuando plantea que la Poesía no tiene como apoyatura el establecimiento y la afirmación del Poder, por el contrario, constituye una apasionada entrega a confusas ensoñaciones enclavadas en la humanidad frágil, fracasada mas de una conmovedora hermosura. Si bien Platón exilió a los poetas en la configuración de la República idealista, la filosofía, la historia y la poesía persisten en un diálogo proclive a la vida que posibilitará un saber integrador, conciliador y liberador. Jorge ratifica la diafanidad del Decir en un texto dedicado a Heráclito: Do tempo, flui / só a imagem que me fui. // E a onda nâo imuta / meus verbos reflexivos. / Esta água absoluta… / Dos rios relativos. Sí, en definitiva, un poema no se baña dos veces en el mismo río.



La poesía de de Amorim, no en balde su brevedad y austeridad in crescendo, comprende seis décadas diferentes –con un receso que va de 1962 a 1987- y más de veinte poemarios. Destacan títulos tales como Anjos Tristes (1956), A Beleza e as Lágrimas (1957), As Origens (1962), Tierra de Nadie (1987, Monte Ávila Editores), Barisfera (1988), Raiz da Noite (1991), Os Veios da Pedra (1993) y Os Oráculos (2004). Es notable la devota reverencia en el ejercicio responsable de la Palabra: No sólo estriba en la fluencia de otras voces (Camôes, Pessoa, Rosalía de Castro o Antonio Machado), sino también en un respetuoso tratamiento paisajístico y objetual (la rosa, la piedra, la tormenta, el poema, el mar). “Paisaje” recrea el bosque bajo el efecto multisensorial del haiku revisitado: Azul viento. / Los álamos que barren el cielo (¿o del chicotazo aforístico de las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna?). “Uma Rosa” denuncia la tensión de Eros y Tánatos, inmediata, cotidiana y descarnada: Tranquila, / de si. Aí. // Eo nada aniquila. “Numa Pedra” corresponde a la Otra educación por la piedra cantada por Joâo Cabral de Melo Neto, centrífuga y predidáctica, cercana al alma cuarteada tanto en el asombro como en el sufrimiento: Eras branca. / E resides / aí. Tâo discreta, de frio / mortal, / que só esta alegria / à tua perfeiçâo conduz. El paisaje se interioriza, mixturando el concepto y la pulsión emotiva manifiesta en multitud disonante: ROTACIÓN: Abierta, nunca. / Mi total curva. // (La inmortal sierpe / de luz. Indemne.) // ¡Oh vivo círculo, / viciosísimo! El truco de la cola mordida trasciende lo cíclico, pues atamos simultáneamente cielo y tierra por vía de la rima y las aliteraciones que lindan el travieso palíndromo: NOCTURNO: O mundo exorbita / a órbita do mundo. // O mundo e o mundo.



Observamos (¿se nos antoja?) que de Amorim nos propone una aproximación mística y religiosa (en tanto modo de vida, no hueco ritual) a las cosas que nos tocan en la cotidianidad. Tanto en la aparente ausencia de Dios como en su terca y acosadora omnisciencia: TRISAGIO: Destruid de Dios el templo. / Lo reconstruiré en tres versos: // santo es sólo el tiempo! / Santo es sólo el cieno! / Santo es sólo el fuego! Precisamente, el himno se justifica en la perfección del número tres, pues encarna La Trinidad cristiana que a su vez nos remite al cruce de tres sendas: filosofía, historia y poesía. La fe auténtica no es posible sin la sal de las contradicciones: El misticismo es otra de las manifestaciones de la lucidez en su confrontación con las mezquindades y maravillas del mundo. La obra de San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, no en balde sus connotaciones místicas y religiosas, tiene un peso específico en la historia de la literatura universal y –por ende- de la sensibilidad humana. ¿Qué nos resta decir de la obra de San Ignacio de Loyola respecto a la construcción del discurso barroco? A tal respecto, Jorge nos obsequia una extraordinaria versión del forcejeo entre Jacob y el ángel: CONTENDA: Tudo está Dito. / Agora, / triunfe o silêncio mais firme / da pedra. // Contendas / de espumas e lágrimas / de mar a arcanjo, / ou de rocha a fogueiras / (queimadas)…/ Tudo está Dito. / Agora, / triunfen / só a espadas do dia! Al alba se evidencia la rebelión metafísica, Camus dixit, de ángeles y hombres: Yo me rebelo, luego somos. Nuestro poeta no discernirá la luz de las tinieblas, más bien deja respirar, susurrar y aullar la legión que nos importuna por dentro: ODA AMARGA: Verbo / de mi sangre acerbo. // Te enciendes. Lo bello / desde ti formulas. / ¡Impuro atropello! // Mi luz atribulas. Evoquemos el terceto que cierra el soneto “CLARIDAD” del poeta brasileño Lêdo Ivo, el cual comparte también esa sed desmedida por la luz y las tinieblas: Recurro a la noche si quiero mostrar / a las fracturas expuestas de mi ser. / Y si quiero esconderme, busco el sol. La oposición aparente entre claridad y oscuridad, musicalizada en un caso por la rima consonante y en otro por el verso libre, esclarece el concierto polifónico del alma en la apropiación del mundo. Ratificamos que la verdad que encara la poesía incluye ambos extremos y sus grises; no puede estar mediatizada por códigos morales ni por una preceptiva que cosifiquen el texto poético. Valga esta tríada como colofón de este tema fundamental: CLARIDADE: Nega os olhos. / E as luzes. // É a luz.


No debe sorprendernos la preocupación de Jorge de Amorim en torno al discurso matapoético, la reflexión pertinente sobre el oficio per se: POÉTICAS: Nâo posso contrastá-las: quero saber / unicamente de uma. / E nos seus puros termos é o meu juramento. Lo cual es muy característico de la poesía portuguesa y brasileña. Comprende el dialógico homenaje a poetas como Pessoa y Camôes, el autorretrato trazado en inequívoca alusión a las fortalezas y fragilidades propias, amén del poema objeto. La revisita a Pessoa establece vasos comunicantes con lectores como Eugenio Montejo: Longe do mar o teu mar. / E da terra a terra extraña. // Estátua de nâo estar. / Alma nenhuma, tamanha! Por otra parte, Montejo nos aconseja: La estatua de Pessoa nos pesa mucho, / hay que llevarla despacio. Agregamos la voz crítica del poeta Medina Figueredo en la conversación: El espectro del poeta portugués es una estatua que pesa mucho, por tantos espíritus heterónomos que la acrecen en el sueño, voz tras voz. Disfrutemos el tono confesional y conmovedor de dos magníficos autorretratos, sin egóticas pretensiones ni febriles espasmos bipolares: Os poemas, eles simplesmente, sâo toda / a minha irreal história verdadeira y LÍRICA: Belas sois! / E extenuantes. El poema objeto es un pretexto juguetón para decirnos la caníbal y sensual posesión de las cosas. “SEGMENTOS” pareciera regodearse en la seductora arquitectura de Oscar Niemeyer, inspirada a su vez en las garotas de Rio de Janeiro: Asceta: / límpida é a recta. // E turva a sabedoira da curva. O, por ejemplo, el magnífico tríptico que este luthier dedica al arpa (he aquí el inicio): 1 / Oblíqua chuva. // Sáo da harpa, / sâo da água, / estas cordas de ternura?


Fanáticos del Fado de Amália Rodrigues y Teresa Salgueiro (Madredeus), además del F.C. Porto, saludamos y celebramos la poesía viva de Jorge de Amorim. Eso sí, parafraseando a Pessoa, mientras pese sobre nosotros “la sierva condición / De súbdito del Fado”.

En Valencia de San Simeón el estilita, sábado 30 de abril de 2011, catando un vino de Oporto.


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