Thursday, September 27, 2012

LA PASIÓN OCEÁNICA DE NELSON GUZMÁN (ENTREVISTA). José Carlos De Nóbrega

La Pasión Oceánica de Nelson Guzmán (entrevista)

Por José Carlos De Nóbrega



He aquí el breve diálogo que sostuve recientemente con el poeta y antropólogo Nelson Guzmán, por supuesto, a propósito de la publicación de su primera novela Nostalgias de la Calle Larga (2012) bajo el sello de Fundarte. Este título va a la par de poemarios tales como Contertulios (2003), Ráfagas de Olvido (2004) y Muecas del Tiempo (2007). Además de su actividad docente y de investigación en la Universidad Central de Venezuela, Guzmán es directivo de la Red Nacional de Escritores y Escritoras Socialistas de Venezuela y promueve en la sede del CELARG el punto de encuentro EN/CLAVE POÉTICA, el cual convoca diversas voces poéticas nacionales, consagradas e insurgentes por igual.

Tu trabajo poético ha anticipado no sólo la temática de la novela Nostalgias de la Calle Larga -en especial el episodio del Falke y el porteñazo-, sino el tratamiento poético del lenguaje. ¿Se podría hablar de poligrafía o discurso transgenérico en tu caso autoral?

En mi discurso hay una vuelta a lo primigenio del lenguaje, a la textualidad. Se trata de resarcir al hombre mediante la palabra al inicio. Esta novela está plena de lo remoto, nada queda sin significado, sin interés. Lo humano queda aferrado a ciudades remotas. Mi texto tiene como fragua el viaje, la intuición, las brújulas. Los personajes recorren nostálgicos la Calle Larga. Esta calle para los cumaneses es símbolo de la desobediencia, de la utopía sepultada por los golpes del destino. Cumaná en 1929 padeció el fracaso del Falke y el extravío del baquiano Merardo en la península de Araya significó a su vez la derrota de Pedro Elías Aristiguieta; estas cosas residen en nuestra perennidad de cumaneses. Añádase a esto el terremoto fatídico que tumbó la mitad de la ciudad. Naufragamos durante mucho tiempo en un mar de melancolías. Nostalgias de la Calle Larga nos revela una gramática de la pasión donde generaciones enteras sucumbieron a las laceraciones que los años veinte plantearon en el alma de los venezolanos. Los hombres lucharon en esta Venezuela atrasada porque estaban persuadidos de que era necesario perdurar.

Háblanos de la polifonía manifiesta en tu novela y sobre todo del discurso dialógico enclavado en el monólogo interior.

Esta es una novela de saltos dramáticos en su recorrido, cada voz nos habla de una postura del mundo, de unas motivaciones diferentes. Estas cadencias están dramatizadas en la Cumaná eterna que declina en las tardes y reaparece en las mañanas rutilantes. Esta novela muestra la relación de hombre y mundo, del ser y la nada. Nadie abandona en los siglos su corporeidad, los sueños siguen allí incrustados en los vetustos edificios de un mundo mágico y trágico. Los hombres están poblados de sus propias resignaciones. Delgado enarbola clamoroso su grito de guerra. Pedro Elías se conserva en su heroicidad, ha fundado un imaginario imperecedero, se ha convertido en un guardián de la ciudad. En saltos de garrocha el autor se psicoanaliza, se transmuta en otros, la ciudad interior guarda sus corolarios, sus creadores. La fina arena del mar nos toca en lo más íntimo, nadie quiere la cura, el sosiego, sino poder vivir. El autor nos trasunta el mundo desgarrado de generaciones enteras de la vida venezolana. El juego con el tiempo es mágico, los hombres aparecen y se encuentran por doquier. Todos los puntos de la narración son polifónicos. La idea matriz del autor es que nada desaparece, el imaginario todo lo conserva. La narración se da para que el lector se funda con su voz en estos siglos fenomenológicamente presentados como la Venezuela de las ansiedades.

Observamos que el boxeo, el habla y la música rocolera latinoamericana se inscriben en el vínculo de lo culto y lo popular, por lo que el poético discurso narrativo se enriquece en la diversidad del léxico.

En esta memoria hay historias locales, el boxeo y sus ídolos aparecen gratificantes en el recuerdo de hazañas memorables, Ramón Arias, Carlos Morocho Hernández y luego la generación de boxeadores formada por Hely Montes en Cumaná. Yo fui amigo personal de Alfredo Marcano, un día me lo encontré en Puerto la Cruz y le conté mi experiencia con el boxeo, aún no me había puesto los pantalones largos cuando mi tío Pablo me llevaba al Gimnasio Cabrujas a ver las prácticas de Pedro Gómez, Antonio Gómez, José Luis Vallejo, José García, Morochito Rodríguez y de muchos otros. Mi ídolo fue Pedro Gómez, este hombre poseía un gran carisma y junto con la generación de oro del boxeo cumanés escribió páginas inolvidables para la Primogénita del Continente americano. El boxeo es un músculo bien adherido a la piel de los cumaneses. Mi novela es un canto a Cumaná en sus cuatrocientos noventa y siete años de fundada la ciudad. Las imágenes de este texto son telúricas, los hombres son los mitos y se la juegan por ellos. Boxeadores como José Luis Vallejo (La Cabaña) y Cruz Marcano encarnaron la tragedia, fueron arrastrados por un país que ha pisoteado a sus hijos.

Es indudable tu pasión por lo marítimo. Encontramos una conexión con Conrad, Homero y la poesía de Lêdo Ivo. Por supuesto no podemos olvidar la refundación poética de Cumaná en el exilio.

El mar lo es todo en esta novela. Los hombres se saben determinados por lo absoluto. Las azules aguas del golfo de Cariaco y de la Península de Araya están allí resaltando su prestancia, modelando una vida que se puede dar como instante. En esta novela los hombres escogieron el camino de la Coquera para volverse inmortales, para expresarse en esa ceremonia de olvido y de memoria que es la vida. Aquí emerge desde los confines del alma de esta novela la ciudad invisible, aquella que sabe de los hombres que enfilaron sus armas para batirse en las guerras civiles, pero que finalmente fueron batidos por un movimiento telúrico que los dejó aposentados en la greda, en la tierra que es nicho de caracoles muertos y de restos de osamentas de animales marinos. Ciudades como Cumaná y Cubagua discurren en un tiempo único que se precipita en los giros del lenguaje, en sus cesuras. Esta novela es un miasma de lo intranquilo, de la necesidad del espíritu de hacerse real. Los hombres aparecen en esta novela en toda su vulnerabilidad y sus mediaciones.



Monday, September 03, 2012

ENTRETEXTOS: Poéticas del Ojo. Francisco Arévalo

ENTRETEXTOS/Francisco Arévalo

Poéticas del ojo



Poéticas del ojo, una mirada impertinente acerca de las artes visuales (1999-2008). Carlos Yusti. Ediciones El Perro y la Rana. Colección Armando Reverón. Serie Laberinto. 235 páginas.



Comentar un libro de un pana es un atolladero. Suele ser un trance angustioso donde uno teme meter un miembro inferior o medio cuerpo en el error. Es más fácil comentar libros de gente desconocida, fuera de la complicidad afectuosa, porque si se comenta algún entuerto o algún desacuerdo, ese señor lo que más puede es nombrarme a mi progenitora y ella ni se enterará y tampoco yo, pues me haré el Güili como hace la mayoría en este país de gente intoxicada por lo light y cierta indiferencia que a veces uno cree es ignorancia y no es más que comodidad porque otro hará lo que a ti te corresponde o el pendejo de atrás que resuelva. Por ley natural algún día llegaremos a puerto seguro, ojalá y no sea ruinosos y con las tablas del navío en la cabeza.



Vuelvo con lo del comentario del libro de Carlos Yusti, porque tenía pautado hacerlo el domingo 26 de agosto a las 2:30 de la tarde en nuestro Parque Cachamay en el marco de la no sé qué edición de la Feria del Libro gubernamental, capítulo Bolívar, pero la tragedia de Amuay nos suspendió la conversa. Será el sábado 22 de septiembre en la Sala de Arte Sidor, a las 11:30 am, que lo haremos llueva o relampaguee. Por supuesto que yo no iba a leer, iba a intentar explayarme sobre esta recopilación de apreciaciones escritas, concentradas esta vez en las artes plásticas nacionales e internacionales. Carlos es multidireccional en lo relacionado a crítica literaria y estética general. Por cierto que las nacionales me conmovieron; recordé a ese extraordinario pintor que es Francisco Guerra España (Don Chicho) y que a mi entender, dentro de la ignorancia propia de quien ve y aprecia la vida en colores (en este caso el que escribe) no es nada ingenuo sino un ser humano sensible y excepcional cuyo instrumento es un pincel, habitante de nuestro barrio Los Monos de Puerto Ordaz. Ese recorrido nos lleva también a Juan Loyola. Si viviera me gustaría saber cuál sería su obsesión en estos tiempos de turbulencia; Miguel Von Dangel; Juvenal Ravelo; Roger Herrera; Jesús Carneiro; María Eugenia Catoni; Montse Morillo, esto en lo que tiene que ver con los nuestros. La segunda parte consta de artistas de otros países donde destacan: El Bosco; Andy Warhol; Jean Michel Basquiat; Francis Bacón, Christian Boltansky… Es la última parte titulada Ensayos sobre arte, donde Yusti da a conocer su vehemencia y criterio estético aunado al de un lector erudito de los movimientos plásticos que se han movido en el amplio espectro mundial. No olvidemos que el autor también es un provocador de vuelo alto que ha incursionado en la pintura y la caricatura manteniendo siempre un perfil audaz que trata de pintar con la ingenuidad de un niño pero manteniendo los criterios de un adulto: sus mujeres (pintadas) son de una lascivia que atosiga, sensualidad y sugerencias que van a destrozar las formas femeninas implantadas desde los centros del mercado humano de hembras.



Tengo amistad con Yusti desde hace tres décadas, nos conocíamos por referencias e inevitablemente cuando nos vimos cara a cara hubo empatía y acuerdo en la manera de ver lo que nos rodeaba y vivimos la intensidad de la inquietud en un país donde lo que sobraban eran buenas intenciones, pero como dicen en las esquinas de la picaresca con eso no se preña: se necesita mucho sudor y movimiento y a decir verdad aquí le dejamos el país a los menos indicados: los incultos, los impostados, los aduladores, los roedores y, los más peligrosos, los resentidos que no se cansan de utilizar como cuña la predestinación mesiánica que da paso al todo desacomodo peligroso que va en hondo progreso. Todas estas variantes ya pasaban por nuestras cabezas tres décadas atrás. Ante eso sólo nos quedó el recurso de la escritura y, por supuesto, el de la lectura como principio hasta ético de la vida. Asumimos un compromiso con la palabra que, haciendo una retrospectiva, no para queja, a pesar de los Corleones de la literatura y la cultura (palabras de él) que siempre ignoran adrede y creen que porque vivimos en el otro país (así nos dicen en otras latitudes) no pensamos más allá de nuestras narices. Ese otro país que le ha resuelto la vida de forma y fondo a una cáfila de malandros disfrazados de funcionarios y otros títulos inventados por el trance que vivimos, y que me temo no va a pasar nada porque este país no ha variado desde que José Ignacio Cabrujas (quien tenía parecido con el personaje motivo de estos dislates) lo comparó con un hotel donde cada huésped que toca el poder deja las cosas peor que como las consiguió. Estamos muy jodidos porque de la renta petrolera vivimos todos y roen sustancialmente los de siempre: los aduladores, los lobiteros, los parapetos con títulos de empresarios que de 30 años para acá descubrieron que política y negocio es ganar-ganar y los demás que se masquen un cable o coman pasto del que aquí sobra.



En una tarde de cervezas, mientras me hablaba Carlos de sus Poéticas del Ojo, hicimos esta radiografía de esta tierra que nos duele en los huesos, pero teniendo claro que escribir es una manera de amar este país de equivocaciones a veces divinas. Carlos tiene en su haber varios libros publicados: Pocaterra y su mundo (91), Vírgenes necias (94), Cuaderno de Argonauta (96), De ciertos peces voladores (97), Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasion (2006) y Dentro de la metáfora (2009).



Mi buhardilla tiene en sus paredes, colgadas alrededor de una docena de dibujos que me han dado, el itinerario de Carlos Yusti en su oficio de escritor y pintor en serio. Por supuesto que ninguno de esos cuadros los he movido de su sitio, ni siquiera en los tiempos de los desencuentros y las indisposiciones que las hemos trabajado con discreta distancia, pues el tiempo nos ha creado a ambos un catálogo de amigos detestables o insufribles. Ni siquiera eso ha mellado el respeto que nos tenemos como oficiantes de algo que en estos tiempos de frivoleo pudiera parecer trabajo de desahuciados, pero cómo gozamos haciéndolo, sobre todo en esta ciudad de clanes y bandas nada santas. Bienvenidas esas Poéticas del Ojo.