Sunday, November 10, 2013

"SALMOS AL EXILIO": UNA APROPIACIÓN APASIONADA DEL PAISAJE. José Carlos De Nóbrega


 
 
SALMOS AL EXILIO: UNA APROPIACIÓN APASIONADA DEL PAISAJE

José Carlos De Nóbrega

 Julio César Borromé (Trujillo, 1972), sin que medien las fatuas fronteras generacionales y estéticas con las que la crítica academicista pretende desvincular a los escritores de raza, conjuga en su oficio literario honestidad, agudeza, generosidad e incluso desparpajo. Su trabajo crítico reciente en las páginas del suplemento Letras del diario Ciudad Ccs así lo evidencia: El atento ojo caníbal nos reconcilia con un discurso ensayístico limpio, inmediato y respetuoso con el Otro, lo cual va a contracorriente de la mezquindad, el silencio cómplice o la lisonja complaciente de las roscas literarias del momento. Se trata del solaz inherente al tono conversado del ensayo que propicia una comunión maravillosa o, mejor aún, una colmena alucinante de lectores y autores. No podemos obviar su entrañable y precisa aproximación a la obra de José Manuel Briceño Guerrero, la cual muestra y se regocija en la respiración poética, la pericia transgenérica y el magistral tratamiento del lenguaje. No se trata de acreditar el ego propio utilizando al Otro, sino de tejer una red que celebre a esta comunidad de poetas expulsada de los Paraísos artificiales que el Poder pretende fagocitar en nuestras cabezas. De un salmista compulsivo a un poeta proscrito que no quiere olvidar, queda la placentera impresión que nos causó su poemario Salmos al exilio, publicado en el año 2007 por la Fundación Editorial el perro y la rana. Poesía breve que implica no sólo la interiorización luminosa del paisaje, sino también el vínculo afectivo con la poesía de Basho, José Juan Tablada, Ana Enriqueta Terán, Garcilaso de la Vega, Vicente Gerbasi y Ramón Palomares. El poema padre o madre no constituye la sintomatología neurótica que puede traer consigo el fenómeno de las influencias literarias, deviene más bien en la sonoridad diáfana y sinfónica del texto poético en tanto diálogo que no cesa. Prevalece entonces el Decir ajeno al encandilamiento estilístico, el oído atrofiado y la nadería de fondo: La autenticidad de la voz radica paradójicamente en el trazo sentido y primario del paisaje, la emocionada auscultación de las voces disímiles de adentro y, en especial, la veneración responsable de la lengua que bendice al mundo en el esplendor y la precariedad. La glosa que festeja y se conduele con la voz del Otro, nos remite a la experiencia creadora propia afincada en la solidaridad: La luna / en el reflejo del agua / la pértiga / lanza un grito milenario. La alusión al haikú trasciende lo literario para descansar impunemente en una indagación personal, multifactorial y sinestésica de los elementos que nos conmueven hasta las vísceras. La propedéutica del olvido, Chucho Ñáñez dixit, complementa el afán memorístico de Borromé en la panteísta captación vivaz del entorno como casa o templo carnal: El rostro se oculta / en el nido / comparte la soledad rabiótica / del azulejo / en la garganta duele / el canto de la mañana. La vibrante se arrastra en la sencillez expresiva, no en la efectista configuración de las imágenes que no calzará con la angustia del canto. “Bajo el árbol”, primer segmento del libro, recapitula la noble y amable genealogía del bosque en un tenor místico e inquietante: Tiempo preñado / de luciérnagas / cabe el espacio en los labios / sorbo / la claridad del silencio. El poeta argentino Ricardo Herrera se suma a esta cofradía poética díscola, diversa y agradecida: Porque, al fin, el recuerdo renace sólo en su halo de olvido, suscitando el efecto impresionista de una nitidez suspensa en una masa tenue de niebla o de débiles ecos. Expectación e impresión, psalmos y paisajes. “La Crucifixión de la infancia”, segunda estación de este libro, emparenta la procesión polifónica y dolorosa del discurso con la comparsa circense, pues la simulación de la voz apuesta por el ars poética, el bestiario y la reconsideración lúdica de la metáfora salvaje. El origen se confunde con el cierre, pues el poema es un perro mestizo y travieso que danza con su propia cola: Alumbrado desde la soledad quimérica / regresa     ido / con capa de chirulí // ojos de búho / silencio de tierra // en el bosque / la puerta se ha cerrado.

En Caracas, achicando el diluvio, viernes 8 de noviembre de 2013.            

1 comment:

Anonymous said...

Carlos de Nóbrega, perro sucio, hijo de puta.